lunes, 30 de junio de 2008

INICIO DEL AÑO PAULINO 29 de junio 2008

F.V.D.


“Te basta mi gracia. Mi fuerza se demuestra plenamente en la debilidad”



"Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!"



"No os mintáis unos a otros. Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador"


DECRETO DE LA PENITENCIARÍA APOSTÓLICA


Indulgencia con ocasión de los dos mil años
del nacimiento del apóstol san Pablo


En la inminencia de la solemnidad litúrgica de los Príncipes de los Apóstoles, el Sumo Pontífice, impulsado por su solicitud pastoral, quiere proveer oportunamente a los tesoros espirituales que se han de conceder a los fieles para su santificación, de modo que puedan renovar y fortalecer, con mayor fervor aún en esta piadosa y feliz ocasión, propósitos de salvación sobrenatural ya a partir de las primeras Vísperas de la recordada solemnidad, principalmente en honor del Apóstol de los gentiles, de cuyo nacimiento terreno están a punto de cumplirse dos mil años.

En verdad, el don de las indulgencias, que el Romano Pontífice ofrece a la Iglesia universal, allana el camino para alcanzar en sumo grado la purificación interior que, rindiendo honor al bienaventurado apóstol san Pablo, exalta la vida sobrenatural en el corazón de los fieles y los estimula a dar frutos de buenas obras.

Por tanto, esta Penitenciaría apostólica, a la que el Santo Padre ha encomendado la tarea de preparar y redactar el Decreto de concesión y obtención de las indulgencias, que valdrán durante todo el Año paulino, con el presente Decreto, promulgado en conformidad con la voluntad del Sumo Pontífice, benévolamente concede las gracias que se enumeran a continuación:

I. A todos y cada uno de los fieles cristianos verdaderamente arrepentidos que, debidamente purificados mediante el sacramento de la Penitencia y alimentados con la sagrada Comunión, visiten piadosamente en forma de peregrinación la basílica papal de San Pablo en la vía Ostiense y oren según las intenciones del Sumo Pontífice, se les concede e imparte la indulgencia plenaria de la pena temporal por sus pecados, una vez que hayan obtenido la remisión sacramental y el perdón de sus faltas.

Los fieles cristianos podrán lucrar la indulgencia plenaria para sí mismos o aplicarla por los difuntos, cuantas veces se realicen las obras indicadas, respetando la norma según la cual solamente se puede obtener la indulgencia plenaria una vez al día.

Asimismo, para que las oraciones que se eleven durante estas visitas sagradas lleven y estimulen más intensamente el corazón de los fieles a la veneración de la memoria de san Pablo, se establece y dispone cuanto sigue: los fieles, además de elevar sus súplicas ante el altar del santísimo Sacramento, cada uno según su piedad, deberán acercarse al altar de la Confesión y rezar devotamente el padrenuestro y el Credo, añadiendo invocaciones piadosas en honor de la santísima Virgen María y de san Pablo. Dicha devoción debe estar siempre estrechamente unida a la memoria de san Pedro, el Príncipe de los Apóstoles.

II. Los fieles cristianos de las diversas Iglesias locales, una vez cumplidas las condiciones habituales (confesión sacramental, Comunión eucarística y oración según las intenciones del Sumo Pontífice), excluido cualquier apego al pecado, podrán lucrar la indulgencia plenaria si participan devotamente en una función sagrada o en un ejercicio piadoso realizados públicamente en honor del Apóstol de los gentiles: los días de la inauguración solemne y la clausura del Año paulino, en todos los lugares sagrados; en otros días determinados por el Ordinario del lugar, en los lugares sagrados dedicados a san Pablo y, para utilidad de los fieles, en otros designados por el mismo Ordinario.

III. Por último, los fieles impedidos por la enfermedad o por otra causa legítima y relevante, siempre con el corazón desapegado de cualquier pecado y con el propósito de cumplir las condiciones habituales apenas sea posible, podrán lucrar también la indulgencia plenaria, con tal que se unan espiritualmente a una celebración jubilar en honor de san Pablo, ofreciendo a Dios sus oraciones y sus sufrimientos por la unidad de los cristianos.

Con el fin de que los fieles puedan participar más fácilmente de estos beneficios celestiales, los sacerdotes aprobados por la autoridad eclesiástica competente para escuchar confesiones muéstrense dispuestos con generosidad para acogerlas.

Este decreto sólo tiene validez durante el Año paulino. No obstante cualquier disposición contraria.


Dado en Roma, en la sede de la Penitenciaría apostólica, el 10 de mayo,

año de la Encarnación del Señor 2008, víspera de Pentecostés.

Cardenal James Francis STAFFORD
Penitenciario mayor

Gianfranco GIROTTI, o.f.m.conv.
Obispo titular de Meta,

Regente




martes, 24 de junio de 2008

María Auxiliadora



María Auxiliadora, Madre mía:

Tengo mil dificultades: ayúdame.

De los enemigos del alma: defiéndeme.

En mis desaciertos: ilumíname.

En mis dudas y penas: confórtame.

En mis soledades: acompáñame.

En mis enfermedades: fortaléceme.

Cuando me desprecien: anímame.

En las tentaciones: defiéndeme.

En las horas difíciles: consuélame.

Con tu corazón maternal: ámame.

Con tu inmenso poder: protégeme.

Y en tus brazos al expirar: recíbeme.

Amén.



domingo, 15 de junio de 2008

Ser crisitanos



Hemos creído en el amor de Dios:
así puede expresar el cristiano

la opción fundamental de su vida.
No se comienza a ser cristiano por una decisión ética
o una gran idea,
sino por el encuentro con un acontecimiento,
con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y,
con ello, una orientación decisiva.

Benedicto XVI




« Tanto amó Dios al mundo,
que entregó a su Hijo único,

para que todos los que creen en él
tengan vida eterna »





martes, 10 de junio de 2008

La Eucaristía, según la Madre Teresa

Si comprendemos verdaderamente la Eucaristía; si la convertimos en el tema central de nuestras vidas; si nos alimentamos con la Eucaristía, no tendremos dificultad alguna en descubrir a Cristo, amarlo y servirlo en los pobres.

La Eucaristía sobrepasa toda capacidad humana de comprensión. Hay que aceptarla con una fe y un amor profundos. Jesús ha querido dejamos la Eucaristía para que no olvidásemos lo que Él ha venido a hacer y a revelarnos. ¿Seríamos capaces de imaginarnos lo que sería de nuestras vidas sin la Eucaristía?

Madre Teresa de Calcuta


domingo, 1 de junio de 2008

Beato Alberto Marvelli (1918-1946)

F.V.D.
“Mi programa de vida se resume en una palabra: santidad”

Alberto Marvelli, joven fuerte y libre, hijo generoso de la Iglesia de Rímini y de la Acción católica, concibió toda su breve vida de sólo 28 años como un don de amor a Jesús por el bien de sus hermanos. "Jesús me ha envuelto con su gracia", escribió en su diario; "sólo lo veo a él, sólo pienso en él". Alberto había hecho de la Eucaristía diaria el centro de su vida. En la oración buscaba inspiración también para el compromiso político, convencido de la necesidad de vivir plenamente como hijos de Dios en la historia, para transformarla en historia de salvación. En el difícil período de la segunda guerra mundial, que sembraba muerte y producía violencias y sufrimientos atroces, el beato Alberto alimentó una intensa vida espiritual, de la que brotaba el amor a Jesús que lo llevaba a olvidarse constantemente de sí mismo para cargar con la cruz de los pobres.

Juan Pablo II (misa de Beatificación)

Nace en Ferrara, Italia, el 21 de marzo de 1918. Es el segundo de seis hermanos. Crece en una familia cristiana, en la que a la vida de piedad se unen actividades caritativas, catequísticas y sociales.

Participa en el Oratorio salesiano y en la Acción Católica, donde madura su fe con una opción decisiva: “mi programa de vida se resume en una palabra: santidad”.

Alberto reza con recogimiento, enseña la catequesis con convicción, demuestra celo apostólico, caridad y serenidad. Posee un carácter fuerte, decidido, voluntarioso y generoso y un fuerte sentido de la justicia, por ello influye moralmente entre sus compañeros.
Es deportista y dinámico; ama el tenis, el fútbol, la natación, las excursiones en la montaña, pero su gran pasión será la bicicleta, en la que descubre un medio privilegiado para su apostolado y su acción caritativa.

Madura su formación cultural y espiritual en la Federación Universitaria Católica Italiana (F.U.C.I.), eligiendo como modelo de vida juvenil a Pier Giorgio Frassati.
Una vez finalizados sus estudios universitarios en ingeniería mecánica el 30 de junio de 1941, Alberto debe enrolarse como militar, puesto que Italia está en guerra, una guerra que él condena con lucidez y firmeza: “descienda pronto la paz con justicia para todos los pueblos, la guerra desaparezca para siempre de la faz de la tierra”. Dado de baja en el ejercito por tener tres hermanos en el frente, trabaja durante un breve período en la FIAT de Turín.

Tras los trágicos acontecimientos del 25 de julio que lleva a la caída del fascismo y la ocupación alemana del territorio italiano el 8 de septiembre de 1943, Alberto vuelve a su casa de Rímini. Sabe cuál es su misión: transformarse en obrero de la caridad.

Después de cada bombardeo Alberto es la primera persona en ayudar a los heridos, a dar valor a los sobrevivientes y a asistir a los moribundos, a sacar de las ruinas a los sepultados vivos.

A su alrededor hay no sólo ruinas sino también tanta hambre. Alberto distribuye a los pobres colchones, frazadas, ollas y todo lo que logra recoger. Va donde los campesinos y comerciantes, compra alimentos y después, en su bicicleta cargada de provisiones, sale en busca de los que tienen hambre. Muchas veces regresa a su casa sin zapatos e incluso sin bicicleta: había dado a quien tenía más necesidad que él.

Durante el período de la ocupación alemana Alberto logra salvar a muchos jóvenes de la deportación. Con una acción heroica consigue abrir los vagones del tren que partía desde la estación de San Arcángel y libera a hombres y mujeres que iban destinados a los campos de concentración.

Después de la liberación de la ciudad el 23 de septiembre de 1945, al constituirse la primera junta del Comité de liberación, entre los asesores figura Alberto Marvelli, a pesar de no estar inscripto en ningún partido político ni pertenecer a los “partigiani”. Todos han reconocido y valorado el gran trabajo realizado por él a favor de los sin techo.

Tiene 26 años, es joven, pero afronta concretamente los problemas, con aptitud y competencia. Posee coraje en las situaciones más difíciles y una disponibilidad sin límites. Le confían el cargo más arduo: ocuparse de poner orden en la concesión de viviendas en la ciudad. Después le encargan el área de la reconstrucción, como colaborador del Ente de Ingenieros Civiles.

Alberto escribe en un pequeño bloc: “servir es mejor que hacerse servir. Jesús sirve”. Es con este espíritu de servicio que Alberto asume siempre sus obligaciones cívicas.


Cuando en Rímini vuelven a surgir los partidos políticos, se inscribe en la Democracia Cristiana. Vive su compromiso político como un servicio a la sociedad organizada: la actividad política podía y debía transformarse en la expresión más alta de la fe vivida.


En 1945 el Obispo lo llama a dirigir a los Profesionales Católicos. Su compromiso se sintetizó en dos palabras: cultura y caridad.


Convencido de que “no es necesario llevar la cultura sólo a los intelectuales sino a todo el pueblo”, funda una Universidad popular. Abre un comedor para pobres. Los invita a misa y reza con ellos; después, en la mesa sirve la comida y escucha sus necesidades. Su actividad a favor de todos no conoce descanso. Como cofundador de la A.C.L.I. (Asociación Católica de Trabajadores Italianos), forma una cooperativa para los que se dedican a la construcción; es la primera cooperativa “blanca” en la “roja” región italiana de la Romaña.


La intimidad con Jesús Eucarístico lo lleva a no encerrarse en sí mismo, a no desatender su compromiso con la historia. Por el contrario, cuando se da cuenta de que el mundo que lo circunda está bajo el signo de la injusticia y del pecado, la Eucaristía le da fuerzas para realizar su trabajo de redención y liberación, capaz de humanizar la faz de la tierra.


Al anochecer del 5 de octubre de 1946, mientras se dirige en bicicleta a un mitin electoral, siendo uno de los candidatos para la elección de la primera administración comunal, un camión militar lo atropella y le provoca la muerte. Tenía 28 años.Toda Italia lloró su muerte. En la historia del apostolado de los laicos, la figura de Alberto Marvelli se presenta como la de un precursor del Concilio Vaticano II en lo que se refiere a la animación y el compromiso apostólico de los laicos en la transformación cristiana de la sociedad. El siervo de Dios Jorge La Pira escribió sobre él: “La Iglesia de Rímini podrá decir a las próximas generaciones: yo os muestro cómo es la vida cristiana auténtica”.