lunes, 19 de octubre de 2009

Vivir por Dios

“Busquen primero el Reino y su justicia, y

todo lo demás se les dará por añadidura”

(Mt. 6, 33)

Todo el Evangelio es una revolución. No hay palabra de Cristo que se parezca a la de los hombres. Escuchen ésta: “Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura”.

La primera preocupación del hombre, en general, es la búsqueda ansiosa de lo necesario para dar seguridad a su existencia. Quizás sea así también para ti. Y bien, Jesús te pone de frente a “su” modo de ver y te ofrece un modo de actuar suyo. Te pide un comportamiento totalmente diferente al usual, y no para tener una única vez, sino siempre. Es éste: buscar primero el reino de Dios.

Cuando estés orientado con todo tu ser hacia Dios y hagas de todo para que Él reine (es decir, gobierne tu vida con sus leyes) dentro de ti y en los otros, el Padre te dará aquello de lo cual tienes necesidad día por día.

En cambio, si te preocupas antes que nada por ti mismo, terminas con cuidar principalmente las cosas de este mundo y caes víctima de éstas. Terminas con ver en los bienes de esta tierra “tu” verdadero problema, el “fin” de todos tus esfuerzos. Y te nace adentro la grave tentación de contar únicamente con tus fuerzas y de hacer a menos de Dios.

“Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.”

Jesús da vuelta la situación. Si tu preocupación primera es Él, vivir por Él, entonces el resto ya no constituirá el problema principal de tu existencia, sino un “agregado” o una “añadidura”.

¿Utopía? ¿Palabra irrealizable para ti, hombre moderno, hoy, en un mundo industrializado donde rige la competencia y que a menudo está en crisis económica? Te recuerdo simplemente que las dificultades concretas de subsistencia para la gente de Galilea, no eran mucho menores cuando Jesús pronunció estas palabras.

No es cuestión de utopía o menos, Jesús te pone delante de la impostación fundamental de tu vida: o vives para ti, o vives para Dios.

Pero tratemos ahora de comprender bien esta palabra: “Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.” Jesús no te exhorta a la inmovilidad, a la pasividad por las cosas terrenas, a una conducta irresponsable o superficial en el trabajo. Jesús quiere cambiar la “preocupación” en “ocupación”, quitándote la ansiedad, el miedo, la inquietud.

Él, de hecho, dice: “Busquen ‘primero’ el Reino...”. El sentido de “primero” es “por encima de todo”. La búsqueda del reino de Dios es puesta en el primer lugar y no excluye que el cristiano deba también ocuparse de las necesidades de su vida.

“Busquen el Reino y su justicia” significa, además, tener una conducta conforme a las exigencias de Dios manifestadas por Jesús en su Evangelio. Solamente buscando el reino de Dios, el cristiano experimentará la potencia maravillosa del Padre en su favor.

Chiara Lubich



martes, 13 de octubre de 2009

La pobreza y el Amor




No podemos quedar satisfechos dando sólo dinero; el dinero no es suficiente pues se puede encontrar en otra parte. Los pobres tienen necesidad d nuestras manos para ser servidos, y de nuestros corazones para ser amados. La religión de Cristo es el amor, el contagio del amor.


Los que pueden llevar una vida cómoda sin duda que tienen sus razones. Pueden habérsela ganado con sus trabajos; yo sólo monto en cólera frente al despilfarro, los que echan a la basura lo que podría sernos de utilidad. La dificultad está en que, muy a menudo, los ricos e incluso la gente que vive cómodamente, no saben verdaderamente qué son los pobres; por eso podemos perdonarlos, porque el conocimiento sólo puede conducir al amor, y el amor al servicio. Es porque no les conocen que no se conmueven por ellos.


Por amor procuro dar a los pobres lo que los ricos no podrían obtener con dinero. Ciertamente, no tocaré a un leproso ni por un millón, pero lo cuidaré gustosamente por el amor de Dios.




Madre Teresa de Calcuta

miércoles, 7 de octubre de 2009

La oracion, luz del alma.

El bien supremo es la oración, la conversación familiar con Dios. Ésta es la relación que tenemos con Dios y la unión con él. Igual que los ojos del cuerpo quedan iluminados al ver la luz, asimismo el alma que tiende hacia Dios queda iluminada por su inefable luz. La oración no es efecto de una actitud exterior sino que viene del corazón.

No queda reducida a unas horas o a momentos determinados sino que es una actividad continua, tanto de día como de noche. No nos contentemos orientando nuestro pensamiento a Dios durante el tiempo dedicado exclusivamente a la oración, sino que cuando otras ocupaciones nos absorben –como son el cuidado de los pobres o cualquier otra ocupación dirigida a una obra buena y útil- es importante mantener al mismo tiempo el deseo y el recuerdo de Dios, a fin de ofrecer al Señor del universo un alimento muy suave, sazonado con la sal del amor de Dios. Podemos sacar de ahí una gran ventaja para toda la vida si consagramos a ella buena parte de nuestro tiempo.

La oración es la luz del alma, el verdadero conocimiento de Dios, la mediación entre Dios y los hombres. A través de ella el alma se eleva hacia el cielo y abraza al Señor con un abrazo inexpresable. Como un niño de pecho hace con su madre, el alma llama a Dios llorando, hambrienta de la leche divina. Expresa sus deseos más profundos y recibe regalos que sobrepasan todo lo que se puede ver en la naturaleza. La oración con la cual nos presentamos con respeto delante de Dios, es gozo para el corazón y descanso del alma.

San Juan Crisóstomo