jueves, 25 de diciembre de 2008

"Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres" San Pablo.



aaaaaQueridos hermanos y hermanas, renuevo el alegre anuncio de la Natividad de Cristo con las palabras del apóstol San Pablo: Sí, hoy «ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres».

aaaaaHa aparecido. Esto es lo que la Iglesia celebra hoy. La gracia de Dios, rica de bondad y de ternura, ya no está escondida, sino que «ha aparecido», se ha manifestado en la carne, ha mostrado su rostro. ¿Dónde? En Belén. ¿Cuándo? Bajo César Augusto durante el primer censo, al que se refiere también el evangelista San Lucas. Y ¿quién la revela? Un recién nacido, el Hijo de la Virgen María. En Él ha aparecido la gracia de Dios, nuestro Salvador. Por eso ese Niño se llama Jehoshua, Jesús, que significa «Dios salva».

aaaaaLa gracia de Dios ha aparecido. Por eso la Navidad es fiesta de luz. No una luz total, como la que inunda todo en pleno día, sino una claridad que se hace en la noche y se difunde desde un punto preciso del universo: desde la gruta de Belén, donde el Niño divino ha «venido a la luz». En realidad, es Él la luz misma que se propaga, como representan bien tantos cuadros de la Natividad. Él es la luz que, apareciendo, disipa la bruma, desplaza las tinieblas y nos permite entender el sentido y el valor de nuestra existencia y de la historia. Cada belén es una invitación simple y elocuente a abrir el corazón y la mente al misterio de la vida. Es un encuentro con la Vida inmortal, que se ha hecho mortal en la escena mística de la Navidad; una escena que podemos admirar también aquí, en esta plaza, así como en innumerables iglesias y capillas de todo el mundo, y en cada casa donde el nombre de Jesús es adorado.

aaaaaLa gracia de Dios ha aparecido a todos los hombres. Sí, Jesús, el rostro de Dios que salva, no se ha manifestado sólo para unos pocos, para algunos, sino para todos. Es cierto que pocas personas lo han encontrado en la humilde y destartalada demora de Belén, pero Él ha venido para todos: judíos y paganos, ricos y pobres, cercanos y lejanos, creyentes y no creyentes..., todos.

aaaaaLa gracia sobrenatural, por voluntad de Dios, está destinada a toda criatura. Pero hace falta que el ser humano la acoja, que diga su «sí» como María, para que el corazón sea iluminado por un rayo de esa luz divina. Aquella noche eran María y José los que esperaban al Verbo encarnado para acogerlo con amor, y los pastores, que velaban junto a los rebaños (cf. Lc 2,1-20). Una pequeña comunidad, pues, que acudió a adorar al Niño Jesús; una pequeña comunidad que representa a la Iglesia y a todos los hombres de buena voluntad. También hoy, quienes en su vida lo esperan y lo buscan, encuentran al Dios que se ha hecho nuestro hermano por amor; todos los que en su corazón tienden hacia Dios desean conocer su rostro y contribuir a la llegada de su Reino. Jesús mismo lo dice en su predicación: estos son los pobres de espíritu, los afligidos, los humildes, los hambrientos de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por la causa de la justicia (cf. Mt 5,3-10). Estos son los que reconocen en Jesús el rostro de Dios y se ponen en camino, como a los pastores de Belén, renovados en su corazón por la alegría de su amor.

aaaaaHermanos y hermanas que me escucháis, el anuncio de esperanza que constituye el corazón del mensaje de la Navidad está destinado a todos los hombres. Jesús ha nacido para todos y, como María lo ofreció en Belén a los pastores, en este día la Iglesia lo presenta a toda la humanidad, para que en cada persona y situación se sienta el poder de la gracia salvadora de Dios, la única que puede transformar el mal en bien, y cambiar el corazón del hombre y hacerlo un «oasis» de paz.

aaaaaQueridos hermanos y hermanas, hoy «ha aparecido la gracia de Dios, el Salvador» (cf. Tt 2,11) en este mundo nuestro, con sus capacidades y sus debilidades, sus progresos y sus crisis, con sus esperanzas y sus angustias. Hoy resplandece la luz de Jesucristo, Hijo del Altísimo e hijo de la Virgen María, «Dios de Dios, Luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero... que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo». Lo adoramos hoy en todos los rincones de la tierra, envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Lo adoramos en silencio mientras Él, todavía niño, parece decirnos para nuestro consuelo: No temáis, «no hay otro Dios fuera de mí» (Is 45,22). Venid a mí, hombres y mujeres, pueblos y naciones; venid a mí, no temáis. He venido al mundo para traeros el amor del Padre, para mostraros la vía de la paz.

aaaaaVayamos, pues, hermanos. Apresurémonos como los pastores en la noche de Belén. Dios ha venido a nuestro encuentro y nos ha mostrado su rostro, rico de gracia y de misericordia. Que su venida no sea en vano. Busquemos a Jesús, dejémonos atraer por su luz que disipa la tristeza y el miedo del corazón del hombre; acerquémonos con confianza; postrémonos con humildad para adorarlo.

aaaaaFeliz Navidad a todos.


Mensaje de Navidad de SS Benedicto XVI (Fragmento)-25/XII/ 2008.

domingo, 14 de diciembre de 2008


miércoles, 10 de diciembre de 2008

Jornada Eucarística Miércoles 17 de Diciembre


Dado el evento que a continuación explicamos les comentamos que en este mes de Diciembre la Adoración no se realizará el segundo jueves de mes como habitualmente se hace.

Así entonces, a modo de cierre del año y como preparación de la Navidad y las misiones de verano, desde el miércoles 17 al jueves 18 de Diciembre se llevará a cabo en el colegio San Pablo una jornada eucarística.

La misma tendrá su inicio a las 20 hs del miércoles y permaneciendo expuesta la eucaristía a lo largo de 24 hs, concluirá con la celebración de la misa en la cual esperamos a todos, a fines de compartir y cerrar otro año de Adoraciones juntos en Cristo. La misa comenzará el jueves a las 20 hs.

A lo largo de la jornada eucarística van a haber distintos momentos de reflexión, oportunidades para confesarse durante toda la noche y en algunos momentos del día jueves y coros complementando las oraciones.

Esta es una buena oportunidad de reflexión, de adorar a Jesús presente en la Eucaristía y de hacer un balance espiritual en este Adviento renovador. Esperamos poder contar con tu presencia en esta jornada, por mas breve que sea el tiempo.

Desde ya quedan más que invitados a colaborar y sobretodo a participar en reflexiones, oraciones, en el coro o en cualquier cuestión organizativa.

No se olviden de invitar a tus familias, novias, amigos y quienes les parezcan.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Inmaculada Concepción de María.




Queridos hermanos y hermanas:

Hoy celebramos una de las fiestas de la santísima Virgen más bellas y populares: la Inmaculada Concepción. María no sólo no cometió pecado alguno, sino que fue preservada incluso de la herencia común del género humano que es la culpa original, por la misión a la que Dios la destinó desde siempre: ser la Madre del Redentor.

Todo esto está contenido en la verdad de fe de la «Inmaculada Concepción». El fundamento bíblico de este dogma se encuentra en las palabras que el ángel dirigió a la joven de Nazaret: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). «Llena de gracia» -en el original griego kecharitoméne- es el nombre más hermoso de María, un nombre que le dio Dios mismo para indicar que desde siempre y para siempre es la amada, la elegida, la escogida para acoger el don más precioso, Jesús, «el amor encarnado de Dios» (Deus caritas est, 12).
Podemos preguntarnos: ¿por qué entre todas las mujeres Dios escogió precisamente a María de Nazaret? La respuesta está oculta en el misterio insondable de la voluntad divina. Sin embargo, hay un motivo que el Evangelio pone de relieve: su humildad. Lo subraya bien Dante Alighieri en el último canto del «Paraíso»: «Virgen Madre, hija de tu Hijo, la más humilde y más alta de todas las criaturas, término fijo del designio eterno» (Paraíso XXXIII, 1-3). Lo dice la Virgen misma en el Magníficat, su cántico de alabanza: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, (...) porque ha mirado la humildad de su esclava» (Lc 1,46.48). Sí, Dios quedó prendado de la humildad de María, que encontró gracia a sus ojos (cf. Lc 1,30). Así llegó a ser la Madre de Dios, imagen y modelo de la Iglesia, elegida entre los pueblos para recibir la bendición del Señor y difundirla a toda la familia humana.

Esta «bendición» es Jesucristo. Él es la fuente de la gracia, de la que María quedó llena desde el primer instante de su existencia. Acogió con fe a Jesús y con amor lo donó al mundo. Esta es también nuestra vocación y nuestra misión, la vocación y la misión de la Iglesia: acoger a Cristo en nuestra vida y donarlo al mundo «para que el mundo se salve por él» (Jn 3,17).

Queridos hermanos y hermanas, la fiesta de la Inmaculada ilumina como un faro el período de Adviento, que es un tiempo de vigilante y confiada espera del Salvador. Mientras salimos al encuentro de Dios que viene, miramos a María que «brilla como signo de esperanza segura y de consuelo para el pueblo de Dios en camino» (Lumen gentium, 68).


SS. Benedicto XVI.

martes, 2 de diciembre de 2008

María, ejemplo de Fe.


aaaaaQueridos hermanos, necesitamos un momento de silencio y recogimiento para entrar en la escuela de María, a fin de que nos enseñe cómo vivir de fe, cómo crecer en ella, cómo permanecer en contacto con el misterio de Dios en los acontecimientos ordinarios, diarios, de nuestra vida. Con delicadeza femenina y con «la capacidad de conjugar la intuición penetrante con la palabra de apoyo y de estímulo» (Redemptoris Mater, 46), María sostuvo la fe de Pedro y de los Apóstoles en el Cenáculo, y hoy sostiene mi fe y la vuestra.

aaaaa«La fe es un contacto con el misterio de Dios», dijo el Santo Padre Juan Pablo II (ib., 17), porque creer «quiere decir "abandonarse" en la verdad misma de la palabra del Dios viviente, sabiendo y reconociendo humildemente "cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos"» (ib., 14). La fe es el don, recibido en el bautismo, que hace posible nuestro encuentro con Dios. Dios se oculta en el misterio: pretender comprenderlo significaría querer circunscribirlo en nuestros conceptos y en nuestro saber, y así perderlo irremediablemente. En cambio, mediante la fe podemos abrirnos paso a través de los conceptos, incluso los teológicos, y podemos «tocar» al Dios vivo. Y Dios, una vez tocado, nos transmite inmediatamente su fuerza. Cuando nos abandonamos al Dios vivo, cuando en la humildad de la mente recurrimos a él, nos invade interiormente como un torrente escondido de vida divina.

aaaaa¡Cuán importante es para nosotros creer en la fuerza de la fe, en su capacidad de entablar una relación directa con el Dios vivo! Debemos cuidar con esmero el desarrollo de nuestra fe, para que penetre realmente todas nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestras acciones e intenciones. La fe ocupa un lugar no sólo en los estados de ánimo y en las experiencias religiosas, sino ante todo en el pensamiento y en la acción, en el trabajo diario, en la lucha contra sí mismos, en la vida comunitaria y en el apostolado, puesto que hace que nuestra vida esté impregnada de la fuerza de Dios mismo. La fe puede llevarnos siempre a Dios, incluso cuando nuestro pecado nos hace daño.

aaaaaEn el Cenáculo los Apóstoles no sabían lo que les esperaba. Atemorizados, estaban preocupados por su futuro. Seguían experimentado aún el asombro provocado por la muerte y resurrección de Jesús, y estaban angustiados por haberse quedado solos después de su ascensión al cielo. María, «la que había creído que se cumplirían las palabras del Señor» (cf. Lc 1,45), asidua con los Apóstoles en la oración, enseñaba la perseverancia en la fe. Con toda su actitud los convencía de que el Espíritu Santo, con su sabiduría, conocía bien el camino por el cual los estaba conduciendo y que, por tanto, podían poner su confianza en Dios, entregándose sin reservas a él, y entregándole también sus talentos, sus límites y su futuro.



Discurso de SS Benedicto XVI a los religiosos, seminaristas y movimientos eclesiales-Fragmento. Czestochowa, 26 de mayo de 2006.

martes, 25 de noviembre de 2008




"No es cuanto hacemos, 

o que tan grande es lo que hacemos,

sino cuanto amor ponemos en lo que hacemos.

Porque somos seres humanos 

y para nosotros se ve muy pequeño,

pero una vez que se lo hemos entregado a Dios,

Dios es infinitto, y esa pequeña acción, 

se transforma en una acción infinita 

porque Dios es infinito

 y para él no hay medida."


martes, 18 de noviembre de 2008

Santa madre de Dios, guíanos siempre hacia Jesús.


Así pues, en las sencillas palabras de la Madre de Jesús podemos apreciar dos cosas: por una parte, su afectuosa solicitud por los hombres, la atención maternal que la lleva a percibir los problemas de los demás. Vemos su cordial bondad y su disponibilidad a ayudar. A ella confiamos nuestras preocupaciones, nuestras necesidades y nuestras dificultades. Aquí aparece, por primera vez en la sagrada Escritura, la bondad y disponibilidad a ayudar de la Madre, en la que confiamos. Pero además de este primer aspecto, que a todos nos resulta muy familiar, hay otro, que podría pasarnos fácilmente desapercibido: María lo deja todo al juicio de Dios. En Nazaret, entregó su voluntad, sumergiéndola en la de Dios: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Esta sigue siendo su actitud fundamental. Así nos enseña a rezar: no querer afirmar ante Dios nuestra voluntad y nuestros deseos, por muy importantes o razonables que nos parezcan, sino presentárselos a él y dejar que él decida lo que quiera hacer. De María aprendemos la bondad y la disposición a ayudar, pero también la humildad y la generosidad para aceptar la voluntad de Dios, confiando en él, convencidos de que su respuesta, sea cual sea, será lo mejor para nosotros.

11111¡Santa Madre de Dios, ruega por nosotros, como rogaste en Caná por los esposos! Guíanos siempre hacia Jesús. Amén.



S.S Benedicto XVI-homilía en el santuario mariano de Altötting (Fragmento), 11/09/2006.

domingo, 16 de noviembre de 2008




" Toda forma de santidad

nace en la Eucaristía."

Benedicto XVI






jueves, 13 de noviembre de 2008

María, mujer eucarística.


El amado Papa Juan Pablo II, en su última encíclica, Ecclesia de Eucharistia, nos la presentó como «mujer eucarística» en toda su vida (cf. n. 53). «Mujer eucarística» en profundidad, desde su actitud interior: desde la Anunciación, cuando se ofreció a sí misma para la encarnación del Verbo de Dios, hasta la cruz y la resurrección; «mujer eucarística» en el tiempo después de Pentecostés, cuando recibió en el Sacramento el Cuerpo que había concebido y llevado en su seno.

En particular hoy, con la liturgia, nos detenemos a meditar en el misterio de la Visitación de la Virgen a santa Isabel. María, llevando en su seno a Jesús recién concebido, va a casa de su anciana prima Isabel, a la que todos consideraban estéril y que, en cambio, había llegado al sexto mes de una gestación donada por Dios (cf. Lc 1,36). Es una muchacha joven, pero no tiene miedo, porque Dios está con ella, dentro de ella. En cierto modo, podemos decir que su viaje fue -queremos recalcarlo en este Año de la Eucaristía- la primera «procesión eucarística» de la historia. María, sagrario vivo del Dios encarnado, es el Arca de la alianza, en la que el Señor visitó y redimió a su pueblo. La presencia de Jesús la colma del Espíritu Santo. Cuando entra en la casa de Isabel, su saludo rebosa de gracia: Juan salta de alegría en el seno de su madre, como percibiendo la llegada de Aquel a quien un día deberá anunciar a Israel. Exultan los hijos, exultan las madres. Este encuentro, impregnado de la alegría del Espíritu, encuentra su expresión en el cántico del Magníficat.

¿No es esta también la alegría de la Iglesia, que acoge sin cesar a Cristo en la santa Eucaristía y lo lleva al mundo con el testimonio de la caridad activa, llena de fe y de esperanza? Sí, acoger a Jesús y llevarlo a los demás es la verdadera alegría del cristiano. Queridos hermanos y hermanas, sigamos e imitemos a María, un alma profundamente eucarística, y toda nuestra vida podrá transformarse en un Magníficat (cf. Ecclesia de Eucharistia, 58), en una alabanza de Dios.
SS Benedicto XVI- Fragmento de catequesis.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Frases de San Pablo

«Más aún; nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado»
Romanos 5, 3-5


«En cuanto a mí ¡Dios me libre gloriarme si nos es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!».
Gálatas 6, 14


«Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina»

II Timoteo 4, 2

«Y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí»
Gálatas 2, 20

lunes, 3 de noviembre de 2008

María, ejemplo de caridad.


Entre los santos, sobresale María, Madre del Señor y espejo de toda santidad. El Evangelio de Lucas la muestra comprometida en un servicio de caridad a su prima Isabel, con la cual permaneció «unos tres meses» (Lc 1,56) para atenderla durante la fase final del embarazo. «Magnificat anima mea Dominum», -«proclama mi alma la grandeza del Señor» (Lc 1,46)-, dice con ocasión de esta visita, y con ello expresa todo el programa de su vida: no ponerse a sí misma en el centro, sino dejar espacio a Dios, a quien encuentra tanto en la oración como en el servicio al prójimo; sólo entonces el mundo se hace bueno. María es grande precisamente porque quiere enaltecer a Dios y no a sí misma. Ella es humilde: no quiere ser sino la sierva del Señor (cf. Lc 1,38.48). Sabe que contribuye a la salvación del mundo, no con una obra suya, sino sólo poniéndose plenamente a disposición de la iniciativa de Dios. Es una mujer de esperanza: sólo porque cree en las promesas de Dios y espera la salvación de Israel, el ángel puede presentarse a ella y llamarla al servicio total de estas promesas. Es una mujer de fe: «¡Dichosa tú, que has creído!», le dice Isabel (Lc 1,45).

El Magníficat -un retrato de su alma, por decirlo así- está completamente tejido por los hilos tomados de la Sagrada Escritura, de la Palabra de Dios. Así se pone de relieve que la Palabra de Dios es verdaderamente su propia casa, de la cual sale y entra con toda naturalidad. Habla y piensa con la Palabra de Dios; la Palabra de Dios se convierte en palabra suya, y su palabra nace de la Palabra de Dios. Además, así se pone de manifiesto que sus pensamientos están en sintonía con el pensamiento de Dios, que su querer es un querer con Dios. Al estar íntimamente penetrada por la Palabra de Dios, puede convertirse en madre de la Palabra encarnada. María es, en fin, una mujer que ama. ¿Cómo podría ser de otro modo? Como creyente, que en la fe piensa con el pensamiento de Dios y quiere con la voluntad de Dios, no puede ser más que una mujer que ama.



SS Benedicto XVI, de la encíclica Deus Cáritas Est.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Oración de Juan Pablo II a la Virgen María.

Virgen y Madre.





Oh Virgen santísima,
Madre de Dios,
Madre de Cristo,
Madre de la Iglesia,
míranos clemente en esta hora.

Virgo fidélis, Virgen fiel,
ruega por nosotros.
Enséñanos a creer como has creído tu.
Haz que nuestra fe
en Dios, en Cristo, en la Iglesia,
sea siempre límpida, serena, valiente, fuerte, generosa.
hola
Mater amábilis, Madre digna de amor.
Mater pulchrae dilectiónis, Madre del Amor Hermoso,
¡ruega por nosotros!
Enséñanos a amar a Dios y a nuestros hermanos
como les amaste tú;
haz que nuestro amor a los demás
sea siempre paciente, benigno, respetuoso.
hola
Causa nostrae laetítiae, causa de nuestra alegría,
¡ruega por nosotros!
Enséñanos a saber captar, en la fe,
la paradoja de la alegría cristiana,
que nace y florece en el dolor,
en la renuncia,
en la unión con tu Hijo crucificado:
¡haz que nuestra alegría
sea siempre auténtica y plena
para podérsela comunicar a todos!



Amén.

domingo, 26 de octubre de 2008

Beata Madre Teresa de Calcuta.


"Todo ser humano

procede de la mano de Dios,

y todos sabemos algo

del amor que Dios siente por nosotros.

Sea cual sea nuestra religión,

sabemos que

si realmente deseamos amar

hemos de aprender primero

a perdonar,

antes que cualquier cosa".

sábado, 25 de octubre de 2008

María Cándida de la Eucaristía (1884 - 1949)

María Barba nació el 16 de enero de 1884 en Catanzaro (Italia), a donde la familia, oriunda de Palermo, se había trasladado momentáneamente por motivos de trabajo del padre, Pedro Barba, consejero del Tribunal Superior. Cuando la niña tenía dos años la familia regresó a la capital siciliana y allí vivió María Barba su juventud, en el seno de una familia profundamente creyente, pero que se opuso obstinadamente a su vocación religiosa, experimentada desde los quince años de edad. María, en efecto, tuvo que luchar casi veinte años hasta ver realizada su aspiración, demostrando, durante esos años de espera y de sufrimiento interior, una sorprendente fortaleza de ánimo y una fidelidad poco común a la inspiración inicial. En esta batalla, que se prolongó hasta su entrada en el Carmelo teresiano de Ragusa el 25 de septiembre de 1919, María Barba fue sostenida por una especialísima devoción al misterio eucarístico: en la Eucaristía veía ella el misterio de la presencia sacramental de Dios en el mundo, la muestra concreta de su amor infinito a los hombres, el motivo de nuestra plena confianza en sus promesas.

En ella, el amor a la Eucaristía se manifiesta desde la más tierna infancia. «Cuando era pequeñita —cuenta ella misma— y todavía no se me había dado Jesús, esperaba a mi madre, cuando volvía de la Santa Comunión, casi en el umbral de casa, y, de puntillas para llegar hasta ella, le decía: “A mí también el Señor!”. Mi madre se inclinaba con afecto y alentaba sobre mis labios; yo la dejaba en seguida y, cruzando y apretando las manos sobre el pecho, llena de alegría y de fe, repetía saltando: “Yo también tengo al Señor! yo también tengo al Señor”». Son señales de una vocación y de una llamada de Dios, cuya iniciativa comienza a preparar un regalo extraordinario para la Iglesia.

Desde que, a los 10 años, fue admitida a la Primera Comunión, su mayor alegría era poder comulgar. Desde entonces, privarse de la Santa Comunión, era para ella «una cruz y un tormento bien grande». En efecto, tras la muerte de su madre en 1914, no podía acercarse a la Comunión sino raramente, por no reñir con sus hermanos que no le permitían salir sola de casa.

Entrada en el Carmelo, donde tomó el nombre, en cierto modo profético, de María Cándida de la Eucaristía, quiso «acompañar a Jesús, en su condición de Eucaristía, lo más que pudiese». Prolongaba sus horas de adoración, y, sobre todo, la hora de las 23 a las 24 de cada jueves, la pasaba ante el Tabernáculo. La Eucaristía polarizaba verdaderamente toda su vida espiritual, no tanto por las manifestaciones devocionales, cuanto por la incidencia vital en la relación entre su alma y Dios. De la Eucaristía sacó fuerzas María Cándida para consagrarse a Dios como víctima el 1 de noviembre de 1927.

María Cándida desarrolló plenamente lo que ella misma define como su «vocación a la Eucaristía» ayudada por la espiritualidad carmelitana, a la que se había acercado a través de la lectura de la Historia de un alma de Santa Teresita. Son bien conocidas las páginas en que santa Teresa de Jesús describe su especialísima devoción a la Eucaristía y cómo, en la Eucaristía, experimentó la santa Fundadora el misterio fecundo de la Humanidad de Cristo.

En la Eucaristía ve sintetizadas, la Madre Cándida, todas las dimensiones de la experiencia cristiana:

La fe: «Oh mi Amado Sacramentado, yo Te veo, yo Te creo!... Oh Santa Fe». «Contemplar con Fe redoblada a nuestro Amado en el Sacramento: vivir de Él que viene cada día».

La esperanza: «Oh mi divina Eucaristía, mi querida esperanza, todo lo espero de ti... Desde niña fue grande mi esperanza en la Santísima Eucaristía».

La caridad: «Jesús mío, cuánto Te amo! Es un amor inmenso el que nutro en mi corazón por Ti, oh Amor Sacramentado... Cuán grande es el amor de un Dios hecho pan por las almas! De un Dios hecho prisionero por mí».

En la Eucaristía, la Madre Cándida, entonces priora de su comunidad, descubre también el sentido profundo de los tres votos religiosos, que en una vida intensamente eucarística hallan, no sólo su plena expresión, sino también un ejercicio concreto de vida, una especie de profunda ascesis y de progresiva conformación al único modelo de toda consagración, Jesucristo muerto y resucitado por nosotros: «¿Qué himno no debería entonarse a la obediencia de nuestro Dios Sacramentado? Y ¿qué es la obediencia de Jesús en Nazareth, comparada con su obediencia en el Sacramento desde hace veinte siglos?». «Después de instruirme sobre la obediencia, cuánto me hablas, cuánto me instruyes en la pobreza, oh blanca Hostia! Quién más despojada, más pobre que Tú...No tienes nada, no pides nada!... Divino Jesús, haz que las almas religiosas estén sedientas de desprendimiento y de pobreza sincera!».«Si me hablas de obediencia y de pobreza..., qué fascinación de pureza no suscitas Tú con solo mirarte! Señor, si tu descanso lo encuentras en las almas puras, ¿qué alma, tratando contigo, no se hará tal?». De ahí el propósito: «Quiero permanecer junto a Ti por pureza y amor».

Pero es sin duda la Virgen María el verdadero modelo de vida eucarística, Ella que llevó en su seno al Hijo de Dios y que continuamente lo engendra en el corazón de sus discípulos: «Quisiera ser como María — escribe la María Cándida en una de las páginas más intensas y profundas de La Eucaristía —, ser María para Jesús, ocupar el puesto de su madre. En mis Comuniones, María la tengo siempre presente. De sus manos quiero recibir a Jesús, ella debe hacerme una sola cosa con Él. Yo no puedo separar a María de Jesús. Salve! Oh Cuerpo nacido de María!. Salve María, aurora de la Eucaristía!».

Para María Cándida, la Eucaristía es alimento, es encuentro con Dios, es fusión de corazón, es escuela de virtud, es sabiduría de vida.

El Señor la llamó, después de algunos meses de agudos sufrimientos físicos, el 12 de junio de 1949, Solemnidad de la Santísima Trinidad

«El Cielo mismo no posee más.

Aquel único tesoro está aquí, es Dios!

Verdaderamente, sí verdaderamente: mi Dios y mi Todo».

lunes, 20 de octubre de 2008



"Queridos jóvenes,
¿Vosotros queréis contemplar
la belleza del Rostro de Cristo?

No os lancéis a responder.
Antes que nada
haced silencio en vuestro interior.

Dejad que emerja,
desde lo profundo de vuestro corazón
,
el ardiente deseo de ver a Dios,
un deseo a veces sofocado
por los ruidos del mundo

y por las seducciones de los placeres.
Dejad que en vosotros nazca este deseo
y experimentaréis la maravilla
del encuentro con Jesús.

El cristianismo no es simplemente una doctrina;
es un encuentro en la fe con Dios
hecho presente en nuestra historia
con la encarnación de Jesús."


En el Vaticano, 22 de febrero de 2004,

del mensaje para la Jornada Mundial de la juventud.

JUAN PABLO II



jueves, 16 de octubre de 2008

Santa Margarita María Alacoque

16 de Octubre, Fiesta de Sta. Margarita M. de Alacoque


Fue la mujer elegida por Cristo para acercarnos
a los misterios de su Sagrado Corazon,
y mostrarnos su gran Amor por todos nosotros.


"Te constituyo heredera de mi Corazón y de todos mis tesoros".

(Nuestro Señor a Santa Margarita María)


Carta de Juan Pablo II:


"En el Corazón de Cristo el corazón humano aprende a conocer el verdadero y único significado de su vida y su destino. Es en el corazón de Cristo que el corazón del hombre recibe la capacidad de amar.

Santa Margarita aprendió a amar por medio de la cruz. Ella nos revela un mensaje que sigue siendo actual: "hacernos copias viviente de nuestro Esposo Crucificado, expresándolo en nosotros por medio de nuestras acciones". (Enero 1689)

Es el amor de Cristo lo que hace al hombre digno de ser amado.

El hombre recibió un corazón ávido de amor y capaz de amar.

"Tened en vosotros los sentimientos que estuvieron en Cristo Jesús" (Fip 2,5). Todos los relatos evangélicos deben ser releídos en esta perspectiva. El Hijo único de Dios, encarnándose, toma un corazón humano. A lo largo de los anos que pasa en medio de los hombres, "manso y humilde de corazón", revela las riquezas de su vida interior por medio de cada uno de sus gestos, sus miradas, sus palabras, sus silencios.

Y he aquí que somos llamados a participar en ese amor y a recibir, por el Espíritu Santo, esta extraordinaria capacidad de amar."


"Jesús manso y humilde de corazón,
haz nuestro corazón semejante al tuyo".

"Sagrado Corazón de Jesús.

En voz confío".






lunes, 13 de octubre de 2008

El llamado de Cristo: Padre Alberto Hurtado.

Meditación del Reino, del retiro de Semana Santa para jóvenes de 1946


Cristo vino a este mundo no para hacer una obra solo, sino con nosotros, con todos nosotros, para ser la cabeza de un gran cuerpo cuyas células vivas, libres, activas, somos nosotros. Todos estamos llamados a estar incorporados en Él, ese es el grado básico de la vida cristiana... Pero para otros hay llamados más altos: a entregarse a Él; a ser sólo para Él; a hacerlo norma de su inteligencia, a considerarlo, en cada una de sus acciones, a seguirlo en sus empresas, más aun, ¡¡a hacer de su vida la empresa de Cristo!! Para el marino, su vida es el mar; para el soldado, el ejército; para la enfermera, el hospital; para el agricultor, el campo; para el alma generosa, ¡¡su vida es la empresa de Cristo!!

Esto es lo esencial del llamamiento de Cristo: ¿Quisieras consagrarme tu vida? ¡No es problema de pecado! ¡Es problema de consagración! ¿A qué? A la santidad personal y al apostolado. Santidad personal que ha de ir calcada por la santidad de Cristo.

Si Él te llamara, ¿qué harías?... Quisiera que lo pensaras a fondo, porque esto es lo esencial de los retiros espirituales. Los retiros son un llamado a fondo a la generosidad. No se mueven por temor, ¡no se trata de asustar! Recuerdan los mandamientos, porque no pueden menos que recordarlos. Los mandamientos son la base, el cimiento para toda construcción, porque son la voluntad de Dios obligatoria... Pero no son más que los cimientos, y no se vive en los cimientos, no hay hermosura en los cimientos... Los retiros son para almas que quieran subir, y mientras más arriba mejor; son para quienes han entendido qué significa Amar, y que el cristianismo es amor, que el mandamiento grande por ex­celencia es el del amor.

La prueba de la fe es el amor, amor heroico, y el heroísmo no es o­bligatorio. El sacerdocio, las misiones, las obras de caridad no son ma­teria de obligaciones, de pecado, son absolutamente necesarias para la Iglesia y son obra de la generosidad. El día que no haya sacerdotes no habrá sacramentos, y el sacerdocio no es obligatorio; el día que no haya misioneros, no avanzará la fe, y las misiones no son obligatorias; el día que no haya quienes cuiden a los leprosos y a los pobres no ha­brá el testimonio distintivo de Cristo, y esas obras no son obligatorias... El día que no haya santos, no habrá Iglesia y la santidad no es obli­gatoria. ¡Qué grande es esta idea! ¡La Iglesia no vive del cumplimiento del deber, sino de la generosidad de sus fieles!

Si Él te llamara, ¿qué le dirías? ¿En qué disposición estás? ¡¡Pide, ruega estar en la mejor!! San Ignacio pide al que entra en Ejercicios: ¡Grande ánimo y liberalidad para con Dios Nuestro Señor! ¡¡Querer afectarse y entregarse enteros!!

Señor, si en nuestro atribulado siglo XX, que viene saliendo de esta horrenda carnicería: campos de concentración, deportaciones, bombardeos, que trabajó afanosamente por matar con armas mil veces peores, que se despedazan por poseer más, por más negocios, más con­fort, más honras, menos dolor; si en este mundo del siglo XX, una generación comprendiese su misión y quisiera dar testimonio del Cristo en que cree, no sólo con gritos que nada significan de Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera... ¿Dónde?, sino en la ofrenda humilde, silenciosa de sus vidas, para hacerlo reinar por los caminos en que Cristo quiere reinar: en su pobreza, mansedumbre, humillación, en sus dolores, en su oración, ¡¡en su caridad humilde y abnegada!!

¡Si Cristo encontrara esa generación! Si Cristo encontrara uno... ¿querrás ser tú?, el más humilde. El más inútil a los ojos del mundo, puede ser el más útil a los ojos de Dios... Yo, Señor, nada valgo... pero confuso, con temor y temblor, yo te ofrezco mi propio corazón. El Señor entró a Jerusalén el día de su triunfo en un asno, y sigue fiel a esa su práctica, entra en las almas de los asnos de buena voluntad, pobres, mansos, humildes. ¿Quieres ser el asno de Cristo? Cristo no me quiere engañar, me precisa la empresa... Es difícil, bien difícil. Hay que luchar contra las pasiones propias, que apetecen lo contrario de su programa. ¡No estarán muertas de una vez para siempre, sino que habrán de ir muriendo cada día!

Hay que luchar contra el ambiente: amigos, familia, mundo, atracciones... todo parecerá levantarse escandalizado ante quienes pretendan, con tal ejemplo, por más modestamente que se dé, señalar su error. ¡Si me a­man querrán darme lo que llaman bienes! y librarme de exageraciones ridículas, pasadas de moda, «que hacen más mal que bien...». ¿A qué esas exageraciones? ¿Por qué no hacer como todos? Luchar contra los escándalos... luchar contra los desalientos de la empresa, el cansancio de la edad, la sequedad del espíritu, el tedio, la fatiga, la monotonía... Sí, hay que luchar, pero allí estoy Yo. Tened confianza en Mí, Yo he vencido al mundo. Mi yugo es suave y mi carga ligera... Venid a Mí los que estáis trabajados y car­gados y Yo os aliviaré... El que tenga sed, venga a Mí y beba. ¡¡Yo haré brotar en él una fuente que brota hasta la vida eterna!! (Jn 16,33; Mt 11,30.29; Jn 7,37–38).

Necesito de ti... No te obligo, pero necesito de ti para realizar mis planes­ de amor. Si tú no vienes, una obra quedará sin hacerse que tú, sólo tú puedes realizar. Nadie puede tomar esa obra, porque cada uno tiene su parte de bien que realizar. Mira el mundo; los campos cómo amarillean, cuánta hambre, cuánta sed en el mundo. Mira cómo me buscan a mí, incluso cuando se me persigue... Hay un hambre ardiente, atormentadora de justicia, de honradez, de respeto a la persona; una voluntad resuelta a hacer saltar el mundo con tal que terminen explotaciones vergonzosas; hay gentes, entre los que se llaman mis enemigos, que practican por odio lo que ense­ño por amor... Hay un hambre en muchos de Religión, de espíritu, de con­fianza, de sentido de la vida.

¿Difícil? ¡Sí! El mundo no lo comprenderá... Se burlará... Dirá: ¡exageraciones! ¡Que se ha vuelto loco! De Jesús se dijo que estaba loco, se le vistió loco, se le acusó de endemoniado... y finalmente se le crucificó. Y si Cristo viniera hoy a la tierra, horror me da pensarlo, no sería crucificado pero sería fusilado. Si viniera a Chile... se levantaría una sedición en su contra ¿de quiénes? ¿Qué se diría contra Él en la prensa, en las Cátedras? ¿Quiénes hablarían? Dios quiera que nosotros no formáramos parte del coro de sus acusadores, ni de los que lo fusilaran. ¿Difícil? ¡Sí! Pero aquí, sólo aquí, reside la vida.

En la gran obra de Cristo todos tenemos un sitio; distinto para cada uno, pero un sitio en el plano de la santidad. En la cadena de la gracia que Dios destina a la bondad. ¡Yo estoy llamado a ser un eslabón! Puedo serlo, puedo rechazar, ¿qué haré? La respuesta: Plantearme este problema a fondo ¡y responder con seriedad!

La respuesta de los jóvenes.

Muchos no tendrán el valor de planteárselo. Será superior a sus fuerzas pero, ¿si pensaran en las fuerzas de Cristo? Si pensaran que con Cristo, ellos también podrían ser santos. ¡Que no se refugien en la cobardía del puro deber!

Otros darán la limosna de algo. ¡¡Algo es!! Peor sería nada. ¡Pero no es eso lo que Cristo pide! No hay que ofrecer otra cosa, insistiendo que es buena, cuando Cristo pide otra mejor: La voluntad de Dios única y sola­.

Los tesoros son los generosos, los que se entregan y afectan, y para estar seguros de hacer la voluntad del Señor, «actuando contra su sensibilidad» abrazan lo más difícil en espíritu, lo piden, lo suplican les sea concedido... y sólo dejarán aquellas donaciones si el Señor les muestra su camino en terreno más suave. Pero en cuanto de su parte, ¡a aquello van!

domingo, 12 de octubre de 2008

La Gracia de Dios




"San Pablo,al insistir en la primacía de la fe sobre las obras,

señala que lo más grande que hay en nosotros

es lo que produce la gracia.

Quedarse en una mirada sólo humana

sobre nosotros mismos

significaría desconocer la acción de Dios

y, al mismo tiempo,

no darnos cuenta de las maravillas

que obra la gracia."







sábado, 11 de octubre de 2008

Dios es Justo


"¡Que dulce es pensar que Dios es justo, es decir,
que tiene en cuenta nuestras debilidades
y que conoce perfectamente

la fragilidad de nuestra naturaleza!"


Santa Teresita de Lisieux





jueves, 9 de octubre de 2008

Fragmento: Segunda carta del apostol San Pablo a los Corintios

Capitulo 11

16 Les vuelvo a repetir: que nadie me tome por insensato, y si me toma por tal, que me permita, a mi vez, gloriarme un poco. 17 Lo que voy a decir ahora no lo diré movido por el Señor, sino como si fuera un necio, con la seguridad de que también yo tengo de qué gloriarme. 18 Ya que tantos otros se glorían según la carne, yo también voy a gloriarme. 19 ¡Con qué gusto soportan a los necios, ustedes que se tienen por tan sensatos! 20 ¡Toleran que los esclavicen, que los exploten, que les roben, que los traten con prepotencia, que los abofeteen! 21 Dicen que hemos sido demasiado débiles: lo admito para mi vergüenza.

Pero de lo mismo que otros se jactan –y ahora hablo como un necio también yo me puedo jactar. 22 ¿Ellos son hebreos? Yo también lo soy. ¿Son israelitas? Yo también. ¿Son descendientes de Abraham? Yo también. 23 ¿Son ministros de Cristo? Vuelvo a hablar como un necio: yo lo soy más que ellos. Mucho más por los trabajos, mucho más por las veces que estuve prisionero, muchísimo más por los golpes que recibí. Con frecuencia estuve al borde de la muerte, 24 cinco veces fui azotado por los judíos con los treinta y nueve golpes, 25 tres veces fui flagelado, una vez fui apedreado, tres veces naufragué, y pasé un día y una noche en medio del mar. 26 En mis innumerables viajes, pasé peligros en los ríos, peligros de asaltantes, peligros de parte de mis compatriotas, peligros de parte de los extranjeros, peligros en la ciudad, peligros en lugares despoblados, peligros en el mar, peligros de parte de los falsos hermanos, 27 cansancio y hastío, muchas noches en vela, hambre y sed, frecuentes ayunos, frío y desnudez. 28 Y dejando de lado otras cosas, está mi preocupación cotidiana: el cuidado de todas las Iglesias. 29 ¿Quién es débil, sin que yo me sienta débil? ¿Quién está a punto de caer, sin que yo me sienta como sobre ascuas?

30 Si hay que gloriarse de algo, yo me gloriaré de mi debilidad. 31 Dios, el Padre del Señor Jesús –bendito sea eternamente sabe que no miento. 32 En Damasco, el etnarca del rey Aretas hizo custodiar la ciudad para apoderarse de mí, 33 y tuvieron que bajarme por una ventana de la muralla, metido en una canasta: así escapé de sus manos.

Capitulo 12

1 ¿Hay que seguir gloriándose? Aunque no esté bien, pasaré a las visiones y revelaciones del Señor. 2 Conozco a un discípulo de Cristo que hace catorce años –no sé si con el cuerpo o fuera de él, ¡Dios lo sabe!– fue arrebatado al tercer cielo. 3 Y sé que este hombre –no sé si con el cuerpo o fuera de él, ¡Dios lo sabe!– 4 fue arrebatado al paraíso, y oyó palabras inefables que el hombre es incapaz de repetir. 5 De ese hombre podría jactarme, pero en cuanto a mí, sólo me glorío de mis debilidades. 6 Si quisiera gloriarme, no sería un necio, porque diría la verdad; pero me abstengo de hacerlo, para que nadie se forme de mí una idea superior a lo que ve o me oye decir.

7 Y para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de Satanás que me hiere. 8 Tres veces pedí al Señor que me librara, 9 pero él me respondió: «Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad». Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo. 10 Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.

martes, 7 de octubre de 2008

Santa Teresa Benedicta de la Cruz

La Eucaristía

“Vivir eucarísticamente significa salir de las angustias de la propia vida
y adentrarse en el horizonte infinito de la vida de Cristo.
Quien busca al Señor en Su casa,

no se preocupará tan sólo de hablarle de sí mismo
y de sus preocupaciones.
Empezará a interesarse de las preocupaciones del Señor.

La participación cotidiana en el Sacrificio eucarístico
nos arrastra, sin que nos demos cuenta"...





“Y el Verbo se hizo carne.
Esto se hizo realidad en el establo de Belén.
Y se cumplió plenamente de otra forma:
“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna”.
El Salvador, que sabe muy bien que somos hombres,
y que permanecemos hombres,
que cada día tenemos que luchar con debilidades humanas,
viene en ayuda de nuestra humanidad de manera verdaderamente divina.
Así como el cuerpo terrenal necesita del pan cotidiano,
el cuerpo espiritual necesita de un sustento duradero.
“Este es el pan vivo bajado del cielo”.
Quien hace de Él su pan cotidiano
deja que se haga realidad cotidiana en sí mismo el misterio de la Navidad,
de la Encarnación del Verbo.
Y ese es el camino seguro para alcanzar el ser uno con Dios
y para crecer cada día con mayor fuerza y profundidad
en el Cuerpo Místico de Cristo.”

domingo, 5 de octubre de 2008

SANTA FAUSTINA KOWALSKA

5 DE OCTUBRE

FIESTA DE SANTA FAUSTINA KOWALSKA

1905-1938



Sor María Faustina, apóstol de la Divina Misericordia, forma parte del círculo de santos de la Iglesia más conocidos. A través de ella el Señor Jesús transmite al mundo el gran mensaje de la Divina Misericordia y presenta el modelo de la perfección cristiana basada sobre la confianza en Dios y la actitud de caridad hacia el prójimo.

Nació el 25 de agosto de 1905 como la tercera hija entre diez hermanos en la familia de Mariana y Estanislao Kowalski, campesinos de la aldea de Głogowiec. En el santo bautizo, celebrado en la iglesia parroquial de Świnice Warckie, se le impuso el nombre de Elena. Desde pequeña se destacó por el amor a la oración, la laboriosidad, la obediencia y una gran sensibilidad ante la pobreza humana. A los 9 años recibió la Primera Comunión. La vivió muy profundamente, consciente de la presencia del Huésped Divino en su alma. Su educación escolar duró apenas tres años. Al cumplir 16 años abandonó la casa familiar para, trabajando de empleada doméstica en casas de familias acomodadas de Aleksandrów, Łódź y Ostrówek, mantenerse a sí misma y ayudar a los padres.

Ya desde los 7 años sentía en su alma la llamada a la vida religiosa, pero ante la negativa de los padres para su entrada en el convento, intentó apagar dentro de sí la voz de la vocación divina. Sin embargo, apresurada por la visión de Cristo sufriente fue a Varsovia y allí, el 1 de agosto de 1925 entró en la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia donde, como sor María Faustina, vivió trece años. Trabajó en distintas casas de la Congregación. Pasó los períodos más largos en Cracovia, Płock y Vilna cumpliendo los deberes de cocinera, jardinera y portera.

Para quien la observara desde fuera nada hubiera delatado su singular intensa vida mística. Cumplía sus deberes con fervor, observaba fielmente todas las reglas del convento, era recogida y callada, pero a la vez natural, llena de amor benévolo y desinteresado al prójimo. Su vida, aparentemente ordinaria, monótona y gris, se caracterizó por la extraordinaria profundidad de su unión con Dios.

Su espiritualidad se basa en el misterio de la Divina Misericordia, que ella meditaba en la Palabra de Dios y contemplaba en lo cotidiano de su vida. El conocimiento y la contemplación del misterio de la Divina Misericordia desarrollaban en ella una actitud de confianza de niño hacia Dios y la caridad hacia el prójimo. Oh Jesús mío —escribió— cada uno de tus santos refleja en sí una de tus virtudes, yo deseo reflejar tu Corazón compasivo y lleno de misericordia, deseo glorificarlo. Que tu misericordia, oh Jesús, quede impresa sobre mi corazón y mi alma como un sello y éste será mi signo distintivo en esta vida y en la otra. (Diario 1242). Sor Faustina era una fiel hija de la Iglesia a la que amaba como a Madre y como el Cuerpo Místico de Jesucristo. Consciente de su papel en la Iglesia, colaboró con la Divina Misericordia en la obra de salvar a las almas perdidas. Con este propósito se ofreció como víctima cumpliendo el deseo del Señor Jesús y siguiendo su ejemplo. Su vida espiritual se caracterizó por el amor a la Eucaristía y por una profunda devoción a la Madre de la Divina Misericordia.

Los años de su vida en el convento abundaron en gracias extraordinarias: revelaciones, visiones, estigmas ocultos, la participación en la Pasión del Señor, el don de bilocación, los dones de leer en las almas humanas, de profecía y de desposorios místicos. Un contacto vivo con Dios, con la Santísima Madre, con ángeles, santos y almas del purgatorio: todo el mundo extraordinario no era para ella menos real que el mundo que percibía a través de los sentidos. Colmada de tantas gracias extraordinarias sabía, sin embargo, que no son éstas las que determinan la santidad. En el Diario escribió: “Ni gracias, ni revelaciones, ni éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hace perfecta, sino la comunión interior de mi alma con Dios. Estos dones son solamente un adorno del alma, pero no constituyen ni la sustancia ni la perfección. Mi santidad y perfección consisten en una estrecha unión de mi voluntad con la voluntad de Dios” (Diario 1107).

El Señor Jesús escogió a sor Faustina por secretaria y apóstolde su misericordia para, a través de ella, transmitir al mundo sugran mensaje. En el Antiguo Testamento —le dijo— enviaba alos profetas con truenos a mi pueblo. Hoy te envío a ti a todala humanidad con mi misericordia. No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla, abrazarla con mi Corazón misericordioso (Diario 1588).

La misión de sor Faustina consiste en 3 tareas:

– Acercar y proclamar al mundo la verdad revelada en la Sagrada Escritura sobre el amor misericordioso de Dios a cada persona.

– Alcanzar la misericordia de Dios para el mundo entero, y especialmente para los pecadores, por ejemplo a través de la práctica de las nuevas formas de culto a la Divina Misericordia, presentadas por el Señor Jesús: la imagen de la Divina Misericordia con la inscripción: Jesús, en ti confío, la fiesta de la Divina Misericordia, el primer domingo después de la Pascua de Resurrección, la coronilla a la Divina Misericordia y la oración a la hora de la Misericordia (las tres de la tarde). A estas formas de la devoción y a la propagación del culto a la Divina Misericordia, el Señor Jesús vinculó grandes promesas bajo la condición de confiar en Dios y practicar el amor activo hacia el prójimo.

– La tercera tarea es inspirar un movimiento apostólico de la Divina Misericordia que ha de proclamar y alcanzar la misericordia de Dios para el mundo y aspirar a la perfección cristiana siguiendo el camino trazado por la beata sor María Faustina. Este camino es la actitud de confianza de niño hacia Dios que se expresa en cumplir su voluntad y la postura de caridad hacia el prójimo. Actualmente este movimiento dentro de la Iglesia abarca a millones de personas en el mundo entero: congregaciones religiosas, institutos laicos, sacerdotes, hermandades, asociaciones, distintas comunidades de apóstoles de la Divina Misericordia y personas no congregadas que se comprometen a cumplir las tareas que el Señor Jesús transmitió por sor María Faustina.

Sor María Faustina manifestó su misión en el Diario que escribió por mandato del Señor Jesús y de los confesores. Registró en él con fidelidad todo lo que Jesús le pidió y describió todos los encuentros de su alma con Él. Secretaria de mi más profundo misterio dijo el Señor Jesús a sor María Faustinatu misión es la de escribir todo lo que te hago conocer sobre mi misericordia para el provecho de aquellos que leyendo estos escritos, encontrarán en sus almas consuelo y adquirirán valor para acercarse a mí (Diario 1693). Esta obra acerca de modo extraordinario el misterio de la misericordia Divina. Atrae no solamente a la gente sencilla sino también a científicos que descubren en ella un frente más para sus investigaciones. El Diario ha sido traducido a muchos idiomas,por citar algunos: inglés, alemán, italiano, español, francés, portugués, árabe, ruso, húngaro, checo y eslovaco.

Sor María Faustina extenuada físicamente por la enfermedad y los sufrimientos que ofrecía como sacrificio voluntario por los pecadores, plenamente adulta de espíritu y unida místicamente con Dios murió en Cracovia el 5 de octubre de 1938, con apenas 33 años. La fama de la santidad de su vida iba creciendo junto con la propagación de la devoción a la Divina Misericordia y a medida de las gracias alcanzadas por su intercesión.



miércoles, 1 de octubre de 2008

"Enseñando la fe en un mundo posmoderno" por Carlo María Martini S.I.

F.V.D.

Una mentalidad postmoderna podría definirse en términos de opuestos: una atmósfera y un movimiento de pensamiento que tiene una postura de oposición al mundo como lo hemos conocido hasta ahora. Esta mentalidad se distancia de buena gana de la metafísica, el aristotelismo, la tradición agustina y de Roma, considerada como el centro de la Iglesia, y de muchas otras cosas.

Este pensamiento se mantiene distante de un mundo cristiano platónico anterior, en el cual se daban por sentado la primacía de la verdad y los valores sobre los sentimientos, de la inteligencia sobre la voluntad, del espíritu sobre la carne, de la unidad sobre el pluralismo, del ascetismo sobre la vida, del amor eterno sobre el temporal. En nuestro mundo hay una preferencia espontánea de los sentimientos sobre la voluntad, de las impresiones sobre la inteligencia, de una lógica arbitraria y la búsqueda del placer sobre la moral ascética y prohibitiva. Este es un mundo en el cual la sensibilidad, la emoción y el momento presente tienen prioridad. Por lo tanto, la existencia humana es un lugar donde hay libertad sin restricciones, donde la persona ejerce, o cree que puede ejercer, su imperio y creatividad personales.

Al mismo tiempo este movimiento también es una rebelión contra una mentalidad excesivamente racional. Desde la literatura, la pintura, la música y las nuevas ciencias humanas (especialmente el psicoanálisis), muchas personas dejaron de creer que viven en un mundo regido por leyes racionales, donde la civilización occidental es un modelo para que el mundo imite. Se acepta que todas las civilizaciones son iguales, mientras que con anterioridad insistíamos en la así llamada tradición clásica. Ahora hay un poco de todo en el mismo plano, porque ya no hay criterios mediante los cuales verificar qué es una civilización real y auténtica.

Hay oposición a la racionalidad, que es vista como fuente de violencia, porque la gente cree que la racionalidad puede ser impuesta porque es la verdad. Hay aceptación de toda forma de diálogo e intercambio a causa de un deseo de estar siempre abierto a lo otro, a lo diferente, a sospechar de uno mismo y a desconfiar de lo que sea que quiere afirmar su identidad por medio de la fuerza. Por eso el cristianismo no es fácilmente aceptado cuando se presenta como la verdadera religión. Me acuerdo de un joven que me dijo recientemente: "Por sobre todo, no me digas que el cristianismo es la verdad. Eso me molesta, me bloquea. Es completamente distinto decir que el cristianismo es hermoso…" Se prefiere la belleza a la verdad.

En esta atmósfera, la tecnología ya no es un medio al servicio de la humanidad, sino un medio en el cual uno percibe las reglas con las cuales interpretar al mundo. Ya no hay una esencia de las cosas, sólo el uso de las cosas para una finalidad determinada por la voluntad y el deseo de cada uno.

En esta atmósfera siempre está presente el rechazo al pecado y la redención. Se dice: "Todos son iguales y cada persona es única". Existe un derecho absoluto a ser singular y a reafirmarse. Toda norma moral ha expirado. Ya no hay pecado, no hay perdón, no hay redención, no hay abnegación. Ya no se puede pensar en la vida como sacrificio o sufrimiento.
Una última característica de este movimiento es el rechazo a aceptar cualquier cosa que huela a centralismo o a un deseo de dirigir las cosas desde arriba. Hay un "complejo anti-Roma" en esta manera de pensar. Hemos pasado de un contexto en el cual lo universal era más importante; lo que estaba escrito y era general y eterno, lo que era durable e inmutable era preferido a lo particular, local y temporal. Hoy en día, se prefiere el conocimiento más contextual, local, pluralista, adaptable a las distintas circunstancias y diferentes épocas.

No quiero decir que todo esto sea completamente falso. Se necesitaría una gran dosis de discernimiento para distinguir lo verdadero de lo falso, lo que se dice como una aproximación de lo que se dice con precisión, lo que es simplemente una tendencia o una moda, de lo que es una declaración sólida. Lo que estoy diciendo es que esta mentalidad está en todas partes, especialmente donde hay gente joven, y debe tomarse en cuenta.

Y digo más. Tal vez esta situación es mejor que la que existió antes. El cristianismo tiene la oportunidad de demostrar mejor su carácter de desafío, de objetividad, de realismo, de ejercicio de verdadera libertad, de una religión ligada a la vida del cuerpo y no sólo de la mente. En el mundo como en el que vivimos hoy, el misterio de un Dios no disponible y siempre sorprendente adquiere mayor belleza; la fe entendida como un riesgo se torna más atractiva; la visión trágica de la existencia se fortalece con consecuencias felices en contraste con una visión puramente evolucionaria. El cristianismo aparece más hermoso, más cercano a la gente, pero también más verdadero. El misterio de la Trinidad aparece como la fuente del sentido de la vida y una ayuda para comprender el misterio de la existencia humana.

Sin embargo, enseñar la fe en este mundo es un desafío. Para estar preparado uno debe tomar las siguientes actitudes muy a pecho:

No te sorprendas por la diversidad. No te asustes por lo que es diferente o novedoso, sino que míralo como algo que encierra un regalo de Dios. Prueba que puedes escuchar cosas muy distintas a las que normalmente escuchamos, pero sin juzgar al interlocutor de inmediato; trata de comprender lo que se está diciendo y los argumentos básicos que se han expuesto. Los jóvenes son muy sensibles ante una actitud de escuchar sin juzgar. Esta actitud les da el valor de decir lo que realmente sienten y a empezar a distinguir lo que es realmente verdadero de aquello que sólo parece verdadero. Como dice San Pablo: "Examina todo con discernimiento; conserva lo bueno; mantente distante de todo trazo de maldad" (2 Thes 5: 21-22).

Arriésgate. La fe es el gran riesgo de la vida. "El que quiera salvar su vida la perderá, pero aquel que pierda su vida por mi causa, la encontrará" (Mt 16:25). Debemos renunciar a todo por Cristo y su Evangelio.

Hazte amigo de los pobres. Pon a los pobres en el centro de tu vida porque ellos son amigos de Jesús, quien se hizo uno de ellos.

Aliméntate con el Evangelio. Tal como Jesús nos dice en su discurso sobre el pan de la vida: "El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo" (Juan 6:33).


Para ayudar a desarrollar estas actitudes, propongo cuatro ejercicios:

1. Lectio divina. Esta es una recomendación de Juan Pablo II: "Es especialmente necesario que el escuchar la Palabra se transforme en un encuentro esencial, seguido de la tradición antigua y aún vigente de la lectio divina, que nos permite descubrir en el texto bíblico el mundo vivo que nos desafía, nos dirige, que le da forma a nuestra existencia" (Novo Millennio Ineunte, No. 39). La Palabra de Dios alimenta la vida, la oración y el viaje diario, es el principio de unidad de la comunidad en una unidad de pensamiento, la inspiración para la renovación continua y para la creatividad apostólica (Setting Out Again From Christ, 2002, N° 24).

2. Se tu propio dueño. Necesitamos reaprender que la franca oposición a los deseos a veces es más placentera que las concesiones interminables ante cualquier cosa que aparezca como deseable, pero que termina en tedio y saciedad.

3. Silencio. Necesitamos alejarnos de una enfermiza esclavitud hacia los rumores y el parloteo sin fin de una música sin carecer que sólo produce ruido y tener cada día al menos una media hora de silencio y un medio día a la semana para pensar en nosotros, para reflexionar y rezar durante un período más largo. Esto puede parecer como algo difícil, pero cuando tú muestras la paz interior y la tranquilidad producto de este ejercicio, los jóvenes se atreven y descubren en él una fuente sin precedentes de vida y felicidad.

4. Humildad. No creas que está en nosotros resolver los grandes problemas de nuestros tiempos. Deja lugar para el Espíritu Santo, que trabaja mejor que nosotros y más profundamente. No quieras ahogar el Espíritu en los otros: el Espíritu es el que respira. En cambio, sé sensible a sus manifestaciones más sutiles, y para eso, necesitas silencio.