sábado, 29 de septiembre de 2007

GAUDI (1852-1926) " EL ARQUITECTO DE DIOS"

F.V.D.

De la obra de Gaudí se han hecho muchas interpretaciones. Hay quienes consideran que proviene de la tradición y otros quienes creen que es vanguardista. Algunos clasifican a Gaudí como técnico y otros como un gran artista. Lo cierto es que son muy pocos los que descubren en Gaudí a un hombre de Dios, cuya comunión con el Padre se refleja precisamente en su arte y en su técnica.

Antonio Gaudi i Conet nació en Reus (Cataluña), el día 25 de junio de 1852. Fue en su propio pueblo natal donde realizó sus primeros estudios junto a los Padres Escolapios para continuarlos desde 1863 hasta 1873 en la Facultad de Ciencias de Barcelona. Ese último año empezó a cursar en la Escuela Provincial de Arquitectura de la Ciudad Condal y fue finalmente en 1878 que corona su graduación de arquitecto.

Gaudí fue el creador de una nueva arquitectura basada en las líneas curvas. Experimentó estructuras y nuevas formas de una manera continuada. Por este motivo, prefería desarrollar sus ideas a escala y en forma corpórea. La tridimensionalidad de sus maquetas en yeso, barro, tela metálica, o cartón mojado y moldeado, le acompañaron siempre. Sus ideas "corpóreas", en muchas ocasiones, no fueron sometidas a la limitación que obligan las dos dimensiones del papel de dibujo. A veces modificaba las formas directamente en la obra, en el momento de la realización.

Un coreano muy distinguido, Jun Young-Joo, director de la Cámara de Comercio e Industria de Pusan (Corea), confiaba, en octubre de 1998, a la edición española de la revista Paris Match: "A través de las obras de Gaudí y del toque divino que tiene me convencí de la existencia de Dios, y por él, gracias a él, me convertí al catolicismo, aunque era un budista devoto y convencido".

El Presidente de esa Asociación, don José Manuel Almuzara, testimonia: "Para nosotros, no hay ninguna duda de la santidad de Gaudí: dedicó toda su vida a la gloria de Dios, y eso queda reflejado en su obra, no sólo la religiosa sino también la civil." El actual párroco del templo de la Sagrada Familia, don Luis Bonet, ha afirmado: "Gaudí era un hombre bueno, humilde, de grandes virtudes, hombre de oración y de vida espiritual hondísima."

"Este templo de la Sagrada Familia recuerda y compendia otra construcción hecha con piedras vivas: la de la familia cristiana, donde la fe y el amor nacen y se cultivan sin cesar."


Éstas fueron las primeras palabras que el Papa Juan pablo II dijo nada más ver, por vez primera, en 1982, el templo creado por Gaudí en Barcelona. Sabía bien ya entonces el Papa –y todavía faltaban muchos años para que empezara siquiera a hablarse de beatificación del llamado "arquitecto de Dios"– que detrás de aquella obra maestra de la arquitectura religiosa de nuestro tiempo estaban la figura y el espíritu admirable de un artista profundamente cristiano.


Muchos años atrás, en 1915, un nuncio del Papa, monseñor Ragonesi, al visitar las obras, le había dicho a Gaudí: "Usted es el dante de la arquitectura, y su obra es uno de los más grandes poemas cristianos en piedra." Muchas horas y muchos insomnios le había costado aquel grandioso proyecto al arquitecto que hasta comía frugalmente sobre su propia mesa de despacho, y que, aparte de algunos trabajos profesionales, no escribió libro alguno, a no ser el maravilloso libro vital de sus propias obras, que puso al servicio de la mayor gloria de Dios nada menos que durante cuarenta y tres años.

Para poder terminar el templo de la Sagrada Familia renunció a su sueldo de 200 pesetas y a sus honorarios como arquitecto; y llegó incluso a pedir limosna, personalmente, para tratar de terminarlo. Un día, Juan Bergós lo encontró en su estudio mirando un plano y una libreta abierta al lado. "Mire usted –le dijo–, en esta página esta contenida toda la doctrina cristiana."

Etsuro Sotto –también lo ha contado Paris match– llegó a Barcelona como turista hace veinte años. Etsuro, que en japonés significa "hombre feliz", era un joven escultor nipón que quería trabajar en Alemania; pero se quedó "en Barcelona con Gaudí", asegura. Fue bautizado por el obispo auxiliar de Barcelona, monseñor Carrera, en la cripta de la Sagrada familia.

Testimonia: "Gaudí me enseño que el amor al hombre y a Dios es la mejor herramienta de trabajo. Yo –añade– intento meterme en su forma de trabajar, ponerme en su lugar, para comprender plenamente se espiritualidad. Fue un adelantado a su época."

A Gaudí, cuando le hablaba de la originalidad de sus obras, se le encendía una luz en la mirada y contestaba: "Le doy a usted las gracias, porque originalidad es volver al origen."

Una originalidad la suya que, luego, fue otro intenso milagro de luz, interior y misteriosa, en este caso, no como la exterior que resbalaba por la piedra de sus creaciones arquitectónicas.
Gaudi fue un hombre de Dios con quien mantuvo una hermosa sintonía reflejada en su intensa vida espiritual. Oía la Santa Misa y comulgaba diariamente, y todos los días visitaba a Jesucristo sacramentado, y jamás faltaba en las grandes manifestaciones religiosas de la ciudad, o del templo. Las demás horas del día las pasaba en el trabajo y en la oración. Su esperanza en Dios le daba una completa paz y serenidad de espíritu en los momentos de adversidad. "Dios lo quiere así –decía–; su Divina Providencia sabe lo que hace."

Era devotísimo de la Sagrada Familia, y especialmente de San José. Si alguien le preguntaba cómo sería posible concluir el todavía hoy inacabado templo de la Sagrada Familia, el gran sueño de siempre en su vida ("Tengo sesenta y cuatro años –dijo un día–, y la mitad de ellos los he empleado en este templo, y ahora soy ya su portero…"), en seguida le contestaban: "No se apure: San José es un santo que tiene muchos recursos." Veneraba al Romano Pontífice. No tenía dinero. Una vez pudo ir a Roma, pero prefirió donar lo que el viaje le hubiera costado –y Dios sabe la ilusión con que habría visitado la tumba de Pedro– para que le fuese donado al Santo Padre.

De fe firme y confiada acabó por imponerse a su difícil temperamento y también a todas las ideas demoledoras de su época de juventud; profundización constante, a través de la Liturgia, en el conocimiento de la historia de la Salvación; ejemplar seguimiento del Evangelio; esperanza incesante; amor a Dios y amor sacrificado y generoso a su prójimo; piedad y deseo permanente de perfección en las virtudes cristianas: éstas fueron las páginas magistrales del libro de la vida de este arquitecto genial cuya vida, sin embargo, humanamente, a primera vista, pudo parecer a muchos un fracaso. Lo fue, pues muchas de las obras que proyectó ni llegaron siquiera a iniciarse –por ejemplo, la restauración del monasterio de Poblet–, y algunas quedaron inacabadas; pero no ocurrió así, desde luego, con la propia obra de su interior construcción espiritual.

El día de su muerte lo había pasado como todos, en su templo: vivía en el taller de la obra, a la que dedicó cuarenta y tres años de su vida; a pie de obra, dirigiendo personalmente hasta el mas mínimo detalle. Salió, como de costumbre, a las cinco de la tarde, hacia el Oratorio de San Felipe Neri. Al cruzar la Gran Vía barcelonesa, a la altura de Bailén, le atropelló el tranvía. Iba calzado con zapatillas de felpa, y con los tobillos envueltos en vendas de lana. Se alimentaba frugalísimamente, pan y fruta las más de las veces. Su lectura habitual era la Biblia y El año litúrgico, del benedictino Dom Deranguer. Había estudiado un curso de gregoriano, porque se decía convencido de que el ritmo y la espiritualidad del canto gregoriano le servían de orientación plástica para sus obras. "No vengo aquí a estudiar gregoriano, decía, sino arquitectura."

Días antes en que fue atropellado le dice a un sacerdote íntimamente amigo suyo: "Yo soy batallador por temperamento; he luchado siempre, y siempre me he salido con la mía, menos en una cosa: en la lucha contra mi genio. Con éste no logro acabar".

Como suele ocurrir a menudo en la Iglesia –y es algo que, afortunadamente, Juan Pablo II está cambiando también–, al morir una persona con fama de santidad evidente entre el pueblo de Dios, si no tiene detrás de sí una organización religiosa, una Congregación, es raro que se abra el proceso de canonización. Es lo que ocurrió con Gaudí también; pero apenas surgió en Cataluña la idea de fundar la Asociación para promover la beatificación de Antonio Gaudí, el pueblo cristiano se sumó a la iniciativa de manera realmente entusiasta.


jueves, 27 de septiembre de 2007

San Ignacio de Loyola (1491-1556)

F.V.D.
"Enséñanos, buen Señor, a servirte como mereces: a dar sin contar el costo, a luchar sin contar las heridas, a trabajar y a no buscar descanso, a laborar sin pedir recompensa excepto saber que hacemos tu voluntad"

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Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame
¡Oh buen Jesús, óyeme!
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del enemigo malo defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos Te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén

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"Señor, si tan maravillosas son las pálidas imágenes tuyas, ¡que insondable y admirable será tu misma grandiosidad!"

viernes, 21 de septiembre de 2007

Jacques Maritain (1882-1973)

F.V.D.

Estudió en el Liceo Enrique IV y en la Sorbona. En 1904 se casó con Raïssa Oumansoff, inmigrante judía de origen ruso, con quien compartió muchos de sus inquietudes intelectuales y obra. No consideraban que la ciencia por sí sola fuera capaz de responder a cuestiones existenciales de carácter vital. Por consejo de Charles Péguy, tomaron entonces los cursos de Henri Bergson, quien paralelamente a la deconstrucción del "cientismo", les comunicó el "sentido del absoluto".

De familia protestante, en 1906 Maritain, junto con su esposa, se convirtió al catolicismo, influenciado por León Bloy, hecho trascendental tanto en su vida como en su obra, bautizándose en la Iglesia de San Juan Evangelista de Montpatre el 11 de junio de aquel año, siendo su padrino Leon Bloy. Jacques junto con Raïssa se trasladó a Heidelberg en 1907, donde estudió biología bajo la dirección de Hans Driesch. La teoría neovitalista de Driesch lo atrajo ya que se vinculaba con las concepciones de Bergson. Raïssa enfermó, y durante su convalecencia, su consejero espiritual, el dominico Humbert Clérissac, les dio a conocer la obra de Tomás de Aquino, por la que a su vez ella interesó a Jacques Maritain. Se dedicó entonces al estudio y divulgación de la escolástica tomista.

Profesor de filosofía en un Liceo Parisién y, desde 1914, en el Institut Catholique, explicó cursos en universidades de Europa (como la santanderina Universidad de Verano), Estados Unidos (Universidades de Columbia, Chicago y Princeton) y Canadá ( en el Institute Pontificio de Estudios Medievales de Toronto, 1933, entre otros numerosos centros).

Su influencia filosófica y religiosa sobre algunos jóvenes intelectuales cercanos a la Acción Francesa y su estímulo a las iniciativas de Emmanuel Mounier contribuyeron, a principios de los años 30, al nacimiento del personalismo de los no conformistas de los años 30. Profundizó en paralelo la reflexión política y social en Humanismo Integral en 1936.
Antitotalitario, animó la resistencia francesa durante la II Guerra Mundial y se refugió en Norteamérica donde estaba enseñando en el momento en que se desató el conflicto. En 1945-48 fue embajador de Francia en el Vaticano. En 1947 presidió la delegación francesa en la segunda asamblea general de la Unesco (México).

El año siguiente ocupó la cátedra de filosofía en la Universidad de Princeton. El 23 de junio de 1961 recibió el premio de Literatura de la Academia Francesa.
A partir de 1961, Jacques Maritain vivió con los Hermanitos de Jesús en Toulouse. Desde la creación de esa orden en 1933, había ejercido influencia intelectual en ella. Se hizo Hermanito en 1970.

Formado en la escuela de Lovaina del cardenal Mercier, empapado en las mejores esencias aristotélico-tomísticas y conocedor profundo de las nuevas orientaciones ideológicas, llegó a ser uno de los principales representantes del neoescolasticismo, cuyos principios aplicó, dentro de la más estricta ortodoxia, a la solución de los problemas modernos. Sintetizó en torno al realismo tomista, la escolástica, las concepciones del iusnaturalismo o derecho natural de Francisco de Vitoria y Hugo Grocio, la doctrina católica, el existencialismo y el vitalismo. Consideraba que la realidad se podía conocer por la ciencia, la filosofía, el arte o la revelación, por lo que no desdeñó los trabajos puramente metafísicos y epistemológicos.

"Profundamente conmovido por la noticia de llamada a Dios de Jacques Maritain, que seguirá siendo para todos un filósofo de alto valor, un cristiano de fe ejemplar, y para Nos mismo un amigo especialmente querido desde los tiempos de su misión ante la Santa Sede, dirigimos a la familia religiosa donde ha querido acabar sus días en la contemplación y la plegaria, la expresión de nuestra simpatía entristecida y el consuelo de nuestra bendición apostólica"
Paulus P.P. VI

"Llegó a verme a la embajada de Chile(...)Estuvo cerca de dos horas haciéndonos gozar con su vivo ingenio y la agudeza de sus juicios. Pocas veces lo vi más alerta y alegre. Bajé a dejarlo hasta el auto y cuando éste ya partía, desde adentro me tomó la mano y me la besó. Escribo estas líneas largos año después y aún me sonrojo al pensar en su gesto, mezcla de bondad y de ternura.(...). El patio estaba lleno de periodistas. Uno de ellos, Luis Hernández Parker, que llenara una época del periodismo en nuestro país, y que era frío y hasta duro, todo cortado, exclamó: -¡Nunca he visto un viejo más lindo!" "Y realmente era hermoso y se desprendía de él un halo espiritual tan limpio, tan puro, que era imposible no sentirlo..."

martes, 18 de septiembre de 2007

Santo Tomás Moro (1478-1535)

F.V.D.

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"Dame un alma que no conozca el aburrimiento, los refunfuños, los suspiros y los lamentos y no permitas que me tome demasiado en serio esa cosa tan invasora que se llama `yo´"
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domingo, 16 de septiembre de 2007

Adoración Grupo Karol – Jueves 13 de Septiembre de 2007

F.V.D.

Señor, creemos firmemente que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar, presente aquí en medio nuestro en cuerpo y alma, que nos podes escuchar, que nos podes ver…
Unidos como hermanos acudimos a Tu encuentro. Queremos llevar a tus pies los problemas que nos inquietan, los temores que nos hacen difícil, a veces, la misión de tenerte presente en todo momento, en todo lugar. Queremos verte, Señor, queremos ver tu rostro y aprovechar este momento para descansar en tu presencia y abrirte la puerta de nuestros corazones, para que habites en el y colmes nuestros vacíos de felicidad. Ayúdanos a poder encontrarte, a poder estar cara a cara con vos en este rato de oración…

“Zaqueo, baja enseguida. Baja, no tengas miedo… Una cosa es necesaria: que me hospedes, que me recibas en tu casa”

Este mensaje del Señor esta destinado a mí, a vos, a cada uno de nosotros. Reemplacemos el nombre Zaqueo por Juan, Sebastián, Felipe, Maria, Ana, Pablo, etc. Pongamos el nombre de cada uno de nosotros y escuchemos cómo nos suena. El Señor nos solicita que lo hospedemos. Nos anuncia que se quedará en nuestra casa. El Señor nos avisa que está a la puerta de nuestro corazón, dispuesto a entrar en él con nosotros y a quedarse, y nos invita a que entremos juntos.

“Entremos juntos. Si miras cómo entras en tu casa, empezarás a descubrir cómo la habitas. Entra tu primero, como cada día”

¿Soy conciente de cómo entro en mi casa cada día? Y por ello mismo, ¿Se como la habito? ¿Puedo entrar decidido y a oscuras porque se que la conozco, que la tengo ordenada y que no tropezaré con cosas en mi camino?, o, por el contrario, cada vez que entro en ella debo iluminarla para no chocar con las cosas que he dejado por el camino, esas que me impiden sentirme seguro al caminar dentro de ella? ¿Me haré un tiempo mañana para quitarlas, para sacar de dentro el rencor por una ofensa, el lamento por una pérdida provocada, el obstáculo grande de las cosas no cumplidas, el malestar profundo por una mala contestación a mis padres, el sinsabor de la violencia en la última discusión con mis hermanos?

“Ahora deja que entre también yo. Deja que me quede en el sitio que mas vacío este de amor y sentémonos a hablar”

¿Estoy dispuesto a dejar entrar a alguien y que, en este caso particular, ese alguien sea el Señor? ¿Puedo identificar cual es el sitio que siento mas vacío de amor? ¿Es el de mi familia, el de mis amigos, el de aquellos que necesito, el de aquellos que me necesitan a mí, o es el sitio del amor a mi mismo, ese que tantas veces pensamos que debemos relegar porque de lo contrario seriamos egoístas?
“Ama a tu prójimo como a ti mismo”, dice el Señor. ¿Comprendo que debo amarme bien para poder amar bien a los demás? ¿Que un amor a mi mismo relegado no beneficia a los otros, porque el amor que brinde será limitado e imperfecto? ¿Puedo hablar de esto contigo, Señor, sentarme a hablar de estas carencias de amores?

“Cuéntame de las cosas que quisieras comenzar y no te animas”

¿Se cuáles son las cosas que quiero comenzar y no me animo? ¿Qué me lo impide, qué me detiene, qué me asusta o desanima? ¿Puedo hacer una lista de los “quisiera pero no puedo” que acarreo diariamente y no me animo a realizar? Intentémoslo, comenzando solo por un “quisiera… “…estudiar, reconciliarme con mi hermano, tener tiempo libre para mi, poder descansar sin sentirme culpable, poder decir no a la cosas que me piden y no quiero hacer… Cada uno de nosotros puede seguir la lista y elegir un solo “quisiera pero no puedo” para llevarlo adelante.

“Cuéntame de las cosas que quisieras dar y tienes miedo”

¿Qué es lo que me hace aferrarme tanto a las cosas o encerrarme en mi mismo? ¿Qué me causa temor ante la posibilidad de darlas y darme? ¿Es egoísmo, es inseguridad, es falta de mirada a las necesidades del otro, es temor ante mis propias necesidades, es… tantos otros sentimientos que causan en mi el mismo efecto: la imposibilidad de dar y darme plenamente.

“Cuéntame lo que necesitas y tienes vergüenza de pedirme”

Todos somos necesitados. ¿Cuál es mi propia necesidad? Tal vez pase por las necesidades de comida y vestido, de una vivienda digna y segura, de remedios, de una posibilidad de estudio, y es bueno que pueda identificar estas necesidades, expresarlas y buscar su satisfacción. Pero tal vez necesite una mirada mas atenta de mis padres, un amigo que me acompañe, una oreja que me escuche, mejor trato de mis hermanos, sentirme valorado por quienes me rodean, sentirme útil. Cada uno puede identificar sus propias necesidades y también estas merecen ser satisfechas. ¿Cuál es esa necesidad no expresada y que Jesús me pide que comparta con El?

“Cuéntame de tu herida, que he llegado hasta ti para curarla”

¿Puedo identificar mis heridas? O esta todo confuso y mezclado en una misma bolsa, la bolsa de la insatisfacción personal, en donde se mezclan necesidades, heridas, sentimientos de frustración y fracasos, broncas y malos recuerdos? Es bueno que pueda decir: “hoy, Señor, quiero que me cures esta herida”

“Cuéntame de tu pecado, que para salvarlo es que vengo”

¿Creo en el amor incondicional de Jesús por mi y su redención para mí? ¿Podré conversar con El sobre mis miserias y pecados y confiar en que lo que converse y le cuente no será inútil, sino que me reconciliara conmigo mismo y con El?

“Cuéntame… y cuenta conmigo”

Como me cuesta Señor, Me cuesta el contarlo porque es hablar de lo malo de mí, es reconocer mis falencias, es poner una mirada sobre mí que me avergüenza y expresar lo que encuentro. Y me gusta Señor porque no termino de creer totalmente en que pueda contar contigo. ¿Qué señal me darás de que tienes en cuenta lo que necesito de Ti? Si tus tiempos son distintos que los míos, si tus soluciones no son las que yo esperaba, si tus respuestas difieren de lo que te pedí. Te pedí salud y tuve que descubrir en la enfermedad mi camino de salvación; te pedí riqueza y tuve que aprender a valorar lo que tengo; te pedí ayuda y tuve que ayudar a una persona más necesitada que yo. ¡Qué respuestas Señor! Pero como me ayudaron a ser mas con menos. ¡Quiero seguir contando con vos!

“Ya llegara el tiempo de abrir la puerta y salir. Tú tienes que intentarlo.
De lograrlo yo me encargo. Si te animas, hoy la salvación habrá llegado a tu casa”.
Es la tuya. Abre, amigo”

Cuento Señor contigo para abrir mi puerta. Quiero intentarlo y animarme. Quiero vivir la salvación que llega a mi puerta. Yo lo intento, pero de lograrlo, Señor, ocúpate Tú.

lunes, 10 de septiembre de 2007

domingo, 9 de septiembre de 2007

ADORACION EUCARISTICA 13 DE SEPTIEMBRE

F.V.D.


“He venido a traer un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera
encendido!” (Lc 12, 49-53)



Jueves 13 de Septiembre
20.45 hs

Colegio San Pablo (esq. de Melo y Larrea)

lunes, 3 de septiembre de 2007

Discurso del Santo Padre BENEDICTO XVI

F.V.D.

A los jóvenes en Loreto, Italia - Sábado 1 de septiembre de 2007

Queridos jóvenes:

Ustedes constituyen la esperanza de la Iglesia en Italia. Estoy feliz de encontrarlos en este lugar tan singular, en esta tarde especial, rica de oraciones, de cantos y de silencios, colmada de esperanzas y de profundas emociones.

Este valle, donde en el pasado también mi predecesor Juan Pablo II se encontró quizá con muchos de ustedes, se ha convertido en su “Ágora”, su plaza sin muros y barreras, donde miles de caminos convergen y parten. He escuchado con atención a quienes han hablado en nombre de todos ustedes. En este lugar de encuentro pacífico, auténtico y alegre, han llegado por miles de motivos distintos: algunos porque aparentemente tienen un grupo, algunos invitados por algún amigo, algunos por íntima convicción, algunos con alguna duda en el corazón, y también quienes por simple curiosidad… Cualquiera que sea el motivo que los ha conducido aquí, puedo decirles que quien nos ha reunido ha sido el Espíritu Santo. Sí, es así: quien los ha guiado es el Espíritu; aquí han venido con sus dudas y certezas, con sus alegrías y preocupaciones. Ahora les toca a ustedes abrir el corazón y ofrecer todo a Dios.

Díganle: estoy aquí, ciertamente no soy todavía como tú me quisieras, no logro ni siquiera entenderme a mí mismo en profundidad, pero con tu ayuda estoy listo para seguirte. Señor Jesús, esta tarde quisiera hablarte, haciendo mía la actitud interior y el abandono confiado de aquella joven mujer, que hace más de dos mil años dio su “sí” al Padre, que la elegía para ser tu Madre. El Padre la eligió porque era dócil y obediente a su voluntad. Como ella, como la pequeña María, cada uno de vosotros, queridos jóvenes amigos, digan con fe en Dios: Aquí estoy, “se haga en mi lo que has dicho”.

Qué estupendo espectáculo de fe joven y comprometedora estamos viviendo esta tarde. Esta tarde, Loreto se ha convertido, gracias a ustedes, en la capital espiritual de los jóvenes; el centro en el cual convergen idealmente las multitudes de jóvenes que pueblan los cinco continentes. En estos momentos nos sentimos rodeados de las expectativas y esperanzas de millones de jóvenes de todo el mundo: a esta misma hora algunos están en vigilia, otros duermen, otros estudian o trabajan; hay quien espera y quien desespera, quien cree y quien no logra creer, quien ama la vida y quien, en cambio, la está desperdiciando. A todos quisiera llegara mi palabra: el Papa está cerca, comparte sus alegrías y sus penas, sobre todo, comparte las esperanzas más íntimas que están en su alma, y para cada uno pide al Señor el don de una vida plena y feliz, una vida rica de sentido, una vida verdadera.

Lamentablemente, hoy, a menudo, una existencia plena y feliz está vista por muchos jóvenes como un sueño difícil, y a veces, irrealizable. Muchos jóvenes miran al futuro con aprensión y se plantean no pocas interrogantes. Se preguntan preocupados: ¿Cómo insertarse en una sociedad marcada por numerosas y graves injusticias y sufrimientos?, ¿Cómo reaccionar al egoísmo y a la violencia que a veces parecen prevalecer?, ¿Cómo dar un sentido pleno a la vida?. Con amor y convicción, les repito a ustedes, jóvenes aquí presentes, y a través de ustedes, a sus coetáneos en el mundo entero: ¡No tengan miedo!, Cristo puede colmar las aspiraciones más íntimas de su corazón. ¿Hay, quizá, sueños irrealizables cuando el que los suscita y los cultiva en el corazón es el Espíritu de Dios? ¿Hay algo que puede bloquear nuestro entusiasmo si estamos unidos a Cristo? Nada ni nadie, diría al apóstol Pablo, podrá separarnos del amor de Dios, en Cristo Jesús, nuestro Señor. (Cf Rm 8, 35-39).

Dejen que esta tarde yo les repita: cada uno de ustedes si permanece unido a Cristo, podrá cumplir grandes cosas. Por ello, queridos amigos, no deben tener miedo de soñar con los ojos abiertos grandes proyectos de bien, y no deben dejarse desanimar por las dificultades. Cristo tiene confianza en ustedes y desea que puedan realizar cada uno de sus más nobles y altos sueños de autentica felicidad. Nada es imposible para quien confía en Dios y se confía a Él. Miren a la joven María. El Ángel le propuso algo verdaderamente inconcebible: participar en el modo más comprometedor posible en el más grandioso de los planes de Dios, la salvación de la humanidad. Frente a tal propuesta María quedó desconcertada, advirtiendo toda la pequeñez de su ser frente a la omnipotencia de Dios, y se preguntó, ¿cómo es posible?, ¿por qué a mi?. Dispuesta sin embargo a cumplir la voluntad divina pronunció prontamente su “sí”, que cambió su vida y la historia de la entera humanidad. Es gracias a su “sí” que nosotros nos encontramos aquí esta tarde.

Ahora yo me pregunto y les pregunto: lo que Dios nos pide, por difíciles que nos puedan parecer… ¿podrán igualar aquello que fue pedido por Dios a la joven María?. Queridos chicos y chicas: aprendamos de María a decir nuestro “sí”, porque ella sabe verdaderamente que significa responder generosamente a los pedidos del Señor. María, queridos jóvenes, conoce sus aspiraciones más nobles y profundas. Conoce bien, sobre todo, ese gran deseo de amor que ustedes tienen, esa necesidad de amar y de ser amados. Mirándola, siguiéndola dócilmente descubrirán la belleza del amor, pero no de un amor “de usar y tirar”, pasajero, engañoso, prisionero de una mentalidad egoísta y materialista, sino del amor verdadero y profundo. En lo más intimo del corazón de cada chico y cada chica, que se asoma a la vida, cultiva el sueño de un amor que dé un sentido pleno al propio futuro. Para muchos esto se cumple en la elección del matrimonio y en la formación de una familia donde el amor entre un hombre y una mujer sea vivido como un don recíproco y fiel, como un don definitivo, sellado por el “sí” pronunciado frente a Dios el día del matrimonio, un “sí” para toda la existencia. Sé bien que este sueño es hoy cada vez menos fácil de realizar. Entorno a nosotros, cuantos fracasos del amor. Cuantas familias destruidas. Cuantos chicos, también entre ustedes, que han visto la separación y el divorcio de sus padres. A quien se encuentra en una tan delicada y compleja situación quisiera decir esta tarde: la Madre de Dios, la comunidad de creyentes, el Papa, están al lado de ustedes y oran para que la crisis que marca a las familias de nuestro tiempo no se convierta en un fracaso irreversible. Puedan las familias cristianas, con el apoyo de la Gracia divina, mantenerse fieles a aquel solemne compromiso de amor asumido con alegría frente al sacerdote y a la comunidad cristiana, el día solemne del matrimonio.

Frente a estas tantos fracasos es frecuente esta pregunta: ¿soy yo mejor que mis amigos y que mis parientes que han intentado y han fallado? ¿Por qué, yo, justo yo, debería lograrlo donde tantos se rinden? Este humano temor puede bloquear también a los espíritus más valientes, pero en esta noche que nos espera, a los pies de su Casa Santa, María les repetirá a cada uno de ustedes, queridos jóvenes amigos, las palabras que ella misma escuchó al Ángel dirigirle: No temas. No tengas miedo. El Espíritu Santo está con ustedes y no los abandona jamás. A quien confía en Dios nada es imposible. Esto vale para quien está destinado a la vida matrimonial, y más aún, para aquellos a quienes Dios propone una vida de total desprendimiento de los bienes de la tierra para estar a tiempo lleno dedicado a su Reino. Entre ustedes hay algunos que están encaminados hacia el sacerdocio, hacia la vida consagrada; algunos que aspiran ser misioneros, sabiendo cuantos y cuales riesgos corren. Pienso en los sacerdotes, en las religiosas caídos en las trincheras del amor al servicio del Evangelio. Nos podrían decir tantas cosas al respecto, el Padre Giancarlo Bossi, por quien hemos rezado durante el período de su secuestro en Filipinas, y hoy gozamos por tenerlo entre nosotros. En él quisiera saludar y agradecer a todos aquellos que dedican su existencia a Cristo en las fronteras de la evangelización. Queridos jóvenes, si el Señor los llama a vivir más íntimamente a su servicio, respondan generosamente. Estén seguros: la vida dedicada a Dios no se gasta nunca en vano.

Queridos jóvenes: termino aquí mis palabras, no sin antes abrazarlos con corazón de padre, los abrazo uno a uno y cordialmente los saludo(...).