Señor, creemos firmemente que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar, presente aquí en medio nuestro en cuerpo y alma, que nos podes escuchar, que nos podes ver…
Unidos como hermanos acudimos a Tu encuentro. Queremos llevar a tus pies los problemas que nos inquietan, los temores que nos hacen difícil, a veces, la misión de tenerte presente en todo momento, en todo lugar. Queremos verte, Señor, queremos ver tu rostro y aprovechar este momento para descansar en tu presencia y abrirte la puerta de nuestros corazones, para que habites en el y colmes nuestros vacíos de felicidad. Ayúdanos a poder encontrarte, a poder estar cara a cara con vos en este rato de oración…
“Zaqueo, baja enseguida. Baja, no tengas miedo… Una cosa es necesaria: que me hospedes, que me recibas en tu casa”
Este mensaje del Señor esta destinado a mí, a vos, a cada uno de nosotros. Reemplacemos el nombre Zaqueo por Juan, Sebastián, Felipe, Maria, Ana, Pablo, etc. Pongamos el nombre de cada uno de nosotros y escuchemos cómo nos suena. El Señor nos solicita que lo hospedemos. Nos anuncia que se quedará en nuestra casa. El Señor nos avisa que está a la puerta de nuestro corazón, dispuesto a entrar en él con nosotros y a quedarse, y nos invita a que entremos juntos.
“Entremos juntos. Si miras cómo entras en tu casa, empezarás a descubrir cómo la habitas. Entra tu primero, como cada día”
¿Soy conciente de cómo entro en mi casa cada día? Y por ello mismo, ¿Se como la habito? ¿Puedo entrar decidido y a oscuras porque se que la conozco, que la tengo ordenada y que no tropezaré con cosas en mi camino?, o, por el contrario, cada vez que entro en ella debo iluminarla para no chocar con las cosas que he dejado por el camino, esas que me impiden sentirme seguro al caminar dentro de ella? ¿Me haré un tiempo mañana para quitarlas, para sacar de dentro el rencor por una ofensa, el lamento por una pérdida provocada, el obstáculo grande de las cosas no cumplidas, el malestar profundo por una mala contestación a mis padres, el sinsabor de la violencia en la última discusión con mis hermanos?
“Ahora deja que entre también yo. Deja que me quede en el sitio que mas vacío este de amor y sentémonos a hablar”
¿Estoy dispuesto a dejar entrar a alguien y que, en este caso particular, ese alguien sea el Señor? ¿Puedo identificar cual es el sitio que siento mas vacío de amor? ¿Es el de mi familia, el de mis amigos, el de aquellos que necesito, el de aquellos que me necesitan a mí, o es el sitio del amor a mi mismo, ese que tantas veces pensamos que debemos relegar porque de lo contrario seriamos egoístas?
“Ama a tu prójimo como a ti mismo”, dice el Señor. ¿Comprendo que debo amarme bien para poder amar bien a los demás? ¿Que un amor a mi mismo relegado no beneficia a los otros, porque el amor que brinde será limitado e imperfecto? ¿Puedo hablar de esto contigo, Señor, sentarme a hablar de estas carencias de amores?
“Cuéntame de las cosas que quisieras comenzar y no te animas”
¿Se cuáles son las cosas que quiero comenzar y no me animo? ¿Qué me lo impide, qué me detiene, qué me asusta o desanima? ¿Puedo hacer una lista de los “quisiera pero no puedo” que acarreo diariamente y no me animo a realizar? Intentémoslo, comenzando solo por un “quisiera… “…estudiar, reconciliarme con mi hermano, tener tiempo libre para mi, poder descansar sin sentirme culpable, poder decir no a la cosas que me piden y no quiero hacer… Cada uno de nosotros puede seguir la lista y elegir un solo “quisiera pero no puedo” para llevarlo adelante.
“Cuéntame de las cosas que quisieras dar y tienes miedo”
¿Qué es lo que me hace aferrarme tanto a las cosas o encerrarme en mi mismo? ¿Qué me causa temor ante la posibilidad de darlas y darme? ¿Es egoísmo, es inseguridad, es falta de mirada a las necesidades del otro, es temor ante mis propias necesidades, es… tantos otros sentimientos que causan en mi el mismo efecto: la imposibilidad de dar y darme plenamente.
“Cuéntame lo que necesitas y tienes vergüenza de pedirme”
Todos somos necesitados. ¿Cuál es mi propia necesidad? Tal vez pase por las necesidades de comida y vestido, de una vivienda digna y segura, de remedios, de una posibilidad de estudio, y es bueno que pueda identificar estas necesidades, expresarlas y buscar su satisfacción. Pero tal vez necesite una mirada mas atenta de mis padres, un amigo que me acompañe, una oreja que me escuche, mejor trato de mis hermanos, sentirme valorado por quienes me rodean, sentirme útil. Cada uno puede identificar sus propias necesidades y también estas merecen ser satisfechas. ¿Cuál es esa necesidad no expresada y que Jesús me pide que comparta con El?
“Cuéntame de tu herida, que he llegado hasta ti para curarla”
¿Puedo identificar mis heridas? O esta todo confuso y mezclado en una misma bolsa, la bolsa de la insatisfacción personal, en donde se mezclan necesidades, heridas, sentimientos de frustración y fracasos, broncas y malos recuerdos? Es bueno que pueda decir: “hoy, Señor, quiero que me cures esta herida”
“Cuéntame de tu pecado, que para salvarlo es que vengo”
¿Creo en el amor incondicional de Jesús por mi y su redención para mí? ¿Podré conversar con El sobre mis miserias y pecados y confiar en que lo que converse y le cuente no será inútil, sino que me reconciliara conmigo mismo y con El?
“Cuéntame… y cuenta conmigo”
Como me cuesta Señor, Me cuesta el contarlo porque es hablar de lo malo de mí, es reconocer mis falencias, es poner una mirada sobre mí que me avergüenza y expresar lo que encuentro. Y me gusta Señor porque no termino de creer totalmente en que pueda contar contigo. ¿Qué señal me darás de que tienes en cuenta lo que necesito de Ti? Si tus tiempos son distintos que los míos, si tus soluciones no son las que yo esperaba, si tus respuestas difieren de lo que te pedí. Te pedí salud y tuve que descubrir en la enfermedad mi camino de salvación; te pedí riqueza y tuve que aprender a valorar lo que tengo; te pedí ayuda y tuve que ayudar a una persona más necesitada que yo. ¡Qué respuestas Señor! Pero como me ayudaron a ser mas con menos. ¡Quiero seguir contando con vos!
“Ya llegara el tiempo de abrir la puerta y salir. Tú tienes que intentarlo.
De lograrlo yo me encargo. Si te animas, hoy la salvación habrá llegado a tu casa”.
Es la tuya. Abre, amigo”
Cuento Señor contigo para abrir mi puerta. Quiero intentarlo y animarme. Quiero vivir la salvación que llega a mi puerta. Yo lo intento, pero de lograrlo, Señor, ocúpate Tú.
1 comentario:
grande kapochaaa primer cosa publicada.
se agradece mucho a lucas y felipe que fueron los autores de la adoracion de este mes. y los responsables de que salga tan bien .
Publicar un comentario