domingo, 22 de noviembre de 2009

Jesúcristo, Rey del Universo



« Venga tu reino » (Mt 6,10)


No pueden coexistir el reino de Dios y el reino del pecado. Por consiguiente, si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo «el pecado siga dominando nuestro cuerpo mortal» antes bien, mortifiquemos «todo lo terreno que hay en nosotros» y fructifiquemos por el Espíritu; de este modo, Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso espiritual y reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará en nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se sentará hasta que todos sus enemigos que hay en nosotros sean puestos «por estrado de sus pies», y sean reducidos a la nada en nosotros todos «los principados, todos los poderes y todas las fuerzas».

Todo esto puede realizarse en cada uno de nosotros, y «el último enemigo, la muerte», puede ser reducido a la nada, de modo que Cristo diga también en nosotros: «¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?» Ya desde ahora este nuestro ser «corruptible», debe revestirse de santidad y de «incorrupción», y este nuestro ser, «mortal», debe revestirse de la «inmortalidad» del Padre, después de haber reducido a la nada el poder de la muerte, para que así, reinando Dios sobre nosotros, comencemos ya a disfrutar de los bienes del nuevo nacimiento y de la resurrección.


Orígenes


¡Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano! Miradnos humildemente postrados; vuestros somos y vuestros queremos ser, y a fin de vivir más estrechamente unidos con vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.

Muchos, por desgracia, jamás, os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Santísimo.

¡Oh Señor! Sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, que no perezcan de hambre y miseria.

Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos; devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.

Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino.

Conceded, ¡oh Señor!, incolumidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino ésta voz: ¡Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud! A Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Papa Pio XI


viernes, 20 de noviembre de 2009

Himno del hermano Sol




Altísimo, omnipotente, bondadoso Señor,

Tuyas son la alabanza, la gloria y el honor;

Tan solo tú eres digno de toda bendición,

Y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.



Loado seas por toda criatura, mi Señor,

Y en especial loado por el hermano sol,

Que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor,

Y lleva por los cielos noticias de su autor.


Y por la hermana luna, de blanca luz menor,

Y las estrellas claras que tu poder creó,

Tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,

Y brillan en los cielos: ¡Loado mi Señor!

Y por la hermana agua, precisa en su candor,

Que es útil, casta, humilde: ¡Loado mi Señor!

Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol,

Y es fuerte, hermoso, alegre: ¡Loado mi Señor!

Y por la hermana tierra que es toda bendición,

La hermana madre tierra, que da en toda ocasión

Las hierbas y los frutos y flores de color

Y nos sustenta y rige: ¡Loado mi Señor!


Y por los que perdonan y aguantan por tu amor

Los males corporales y la tribulación:

¡Felices los que sufren en paz con el dolor,

Porque les llega el tiempo de la consolación!

Y por la hermana muerte: ¡Loado mi Señor!

Ningún viviente escapa de su persecución;

¡Ay si en pecado grave sorprende al pecador!

¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!

¡No probarán la muerte de la condenación!

Servidle con ternura y humilde corazón.

Agradeced sus dones, cantad su creación.

Las criaturas todas, load a mi Señor. Amén.


Himno del hermano Sol

San Francisco de Asis


miércoles, 4 de noviembre de 2009

El alimento, un derecho fundamental


La crisis actual, que golpea indistintamente a todos los sectores de la economía, afecta de modo especial y fuertemente al mundo agrícola, cuya situación resulta dramática. Esta crisis exige que los Gobiernos y los distintos componentes de la comunidad internacional tomen medidas determinantes y eficaces.

Garantizar a personas y a los pueblos la posibilidad de derrotar la plaga del hambre significa asegurarles un acceso concreto a una alimentación adecuada y sana. De hecho, se trata de una manifestación concreta del derecho a la vida, que, aunque sea proclamado solemnemente, sigue estando a menudo demasiado lejos de su plena realización.

"Conseguir la seguridad alimentaria en tiempos de crisis". Este tema invita a considerar el trabajo agrícola como elemento fundamental de la seguridad alimentaria y, por tanto, como un componente integral de la actividad económica. Por este motivo, la agricultura debe poder disponer de inversiones y recursos suficientes. Este tema interpela y hace comprender que los bienes de la creación son limitados por naturaleza, y por tanto requieren comportamientos responsables y capaces de favorecer la seguridad que se busca, pensando también en la de las futuras generaciones. Así pues, hacen falta una profunda solidaridad y una fraternidad clarividente.

El logro de estos objetivos requiere una necesaria modificación de los estilos de vida y de las formas de pensar. Obliga a la comunidad internacional y a sus instituciones a intervenir de forma más adecuada y más fuerte. Espero que esa intervención favorezca una cooperación que proteja los métodos de cultivo de la tierra propios de cada región y evite un uso desconsiderado de los recursos naturales. Espero, además, que esta cooperación salvaguarde los valores propios del mundo rural y los derechos fundamentales de los trabajadores de la tierra. Dejando aparte privilegios, beneficios y comodidades, estos objetivos podrán lograrse para bien de los hombres, mujeres, niños, familias y comunidades que viven en las regiones más pobres del planeta y que son los más vulnerables.

La experiencia demuestra que las soluciones técnicas, aun avanzadas, no son eficaces si no se refieren ante todo a la persona, que es lo primero y que, en su dimensión espiritual y material, es el origen y el fin de toda actividad.

El acceso al alimento, más que una necesidad elemental, es un derecho fundamental de las personas y de los pueblos. Podrá ser realidad, y por tanto una seguridad, si se garantiza un desarrollo adecuado en todas las distintas regiones. En particular, el drama del hambre sólo se podrá superar "eliminando las causas estructurales que lo provocan y promoviendo el desarrollo agrícola de los países más pobres mediante inversiones en infraestructuras rurales, sistemas de riego, transportes, organización de los mercados, formación y difusión de técnicas agrícolas apropiadas, capaces de utilizar del mejor modo los recursos humanos, naturales y socioeconómicos, que se puedan obtener preferiblemente en el propio lugar" (Caritas in veritate, 27).

La Iglesia católica, fiel a su vocación de estar cercana a los más indefensos, promueve, apoya y participa en los esfuerzos realizados para permitir que cada pueblo y cada comunidad disponga de los medios necesarios para garantizar un nivel adecuado de seguridad alimentaria.

BENEDICTO XVI

Vaticano, 16 de octubre de 2009