Las grandes cosas empiezan en el desierto, en el silencio, en la pobreza. Nosotros mismos no podríamos participar en la misión del Evangelio sin entrar en esa experiencia de desierto, de su indigencia, de su hambre. La bienaventurada hambre de la que habla el Señor en el Sermón de la Montaña (Mt 5,6) no podría nacer de la saciedad de los que están llenos.
Y no olvidemos que el desierto de Jesús no acaba con los cuarenta días que siguieron a su bautismo. Su último desierto será el que viene expresado en el salmo 21: «Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?». Es de este desierto que brotan las aguas de la vida del mundo.
Cardenal Joseph Ratzinger [Papa Benedicto XVI]
Retiro predicado en el Vaticano, 1983
Retiro predicado en el Vaticano, 1983
No hay comentarios.:
Publicar un comentario