viernes, 11 de mayo de 2007

DISCURSO DE BENEDICTO XVI DURANTE EL ENCUENTRO CON LOS JÓVENES EN EL ESTADIO PACAEMBU

F.V.D


Fragmentos sin logica de continuidad,

¡Queridos jóvenes! ¡Queridos amigos y amigas!«Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres […] luego ven, y sígueme.» (Mt 19,21).

Nunca podemos decir basta, pues la caridad de Dios es infinita y el Señor nos pide, o mejor, nos exige ensanchar nuestros corazones para que en ellos quepa siempre más amor, más bondad, más comprensión por nuestros semejantes y por los problemas que envuelven no sólo la convivencia humana, sino también la efectiva preservación y conservación de la naturaleza, de la cual todos hacemos parte.

Hoy quiero con vosotros reflexionar sobre el texto de San Mateo (19, 16-22), que acabamos de oír. Habla de un joven. Él vino corriendo al encuentro de Jesús, merece que se destaque su ansia. En este joven veo a todos vosotros.

Jesús es el único capaz de darnos una respuesta, porque es el único que puede garantizar la vida eterna. Por eso también es el único que consigue mostrar el sentido de la vida presente y darle un contenido de plenitud.

El testimonio vale más que la ciencia, o sea, es la propia ciencia aplicada. No nos son impuestos de fuera, ni disminuyen nuestra libertad. Por el contrario: constituyen impulsos internos vigorosos, que nos llevan a actuar en esta dirección. En su base está la gracia y la naturaleza, que no nos dejan inmóviles. Necesitamos caminar. Somos lanzados a hacer algo para realizarnos nosotros mismos. Realizarse, a través de la acción, en verdad, es volverse real. Nosotros somos, en gran parte, a partir de nuestra juventud, lo que nosotros queremos ser. Somos, por así decir, obra de nuestras manos.

Los años estáis viviendo son los años que preparan vuestro futuro. El “mañana” depende mucho de cómo estéis viviendo el “hoy” de la juventud. Ante los ojos, mis queridos jóvenes, tenéis una vida que deseamos que sea larga; pero es una sola, es única: no la dejéis pasar en vano, no la desperdiciéis. Vivid con entusiasmo, con alegría, pero, sobretodo, con sentido de responsabilidad.

Pero mirándoos a vosotros, jóvenes aquí presentes, que irradiáis alegría y entusiasmo, asumo la mirada de Jesús: una mirada de amor y confianza, en la certeza de que vosotros encontrasteis el verdadero camino. Sois jóvenes de la Iglesia, por eso yo os envío para la gran misión de evangelizar a los jóvenes y a las jóvenes que andan errantes por este mundo, como ovejas sin pastor. Sed los apóstoles de los jóvenes, invítenlos a que vengan con vosotros, a que hagan la misma experiencia de fe, de esperanza y de amor; se encuentren con Jesús, para que se sientan realmente amados, acogidos, con plena posibilidad de realizarse. Que también ellos y ellas descubran los caminos seguros de los Mandamientos y por ellos lleguen hasta Dios.

Sed hombres y mujeres libres y responsables; haced de la familia un foco irradiador de paz y de alegría; sed promotores de la vida, desde el inicio hasta su final natural; amparad a los ancianos, pues ellos merecen respeto y admiración por el bien que os hicieron. El Papa también espera que los jóvenes busquen santificar su trabajo, haciéndolo con capacidad técnica y con laboriosidad, para contribuir al progreso de todos sus hermanos y para iluminar con la luz del Verbo todas las actividades humanas (cf. Lumen Gentium, N. 36). Pero, sobretodo, el Papa espera que sepan ser protagonistas de una sociedad más justa y más fraterna, cumpliendo las obligaciones ante al Estado: respetando sus leyes; no dejándose llevar por el odio y por la violencia; siendo ejemplo de conducta cristiana en el ambiente profesional y social, distinguiéndose por la honestidad en las relaciones sociales y profesionales. Tengan en cuenta que la ambición desmedida de riqueza y de poder lleva a la corrupción personal y ajena; no existen motivos para hacer prevalecer las propias aspiraciones humanas, sean ellas económicas o políticas, con el fraude y el engaño.

Concluyendo, existe un inmenso panorama de acción en el cual las cuestiones de orden social, económica y política ganan un particular relieve, siempre que tengan su fuente de inspiración en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia La construcción de una sociedad más justa y solidaria, reconciliada y pacífica; la contención de la violencia y las iniciativas que promuevan la vida plena, el orden democrático y el bien común y, especialmente, aquellas que llevan a eliminar ciertas discriminaciones existentes en las sociedades latinoamericanas y no son motivo de exclusión, sino de recíproco enriquecimiento.

Buscad resistir con fortaleza a las insidias del mal existente en muchos ambientes, que os lleva a una vida disoluta, paradójicamente vacía, al hacer perder el bien precioso de vuestra libertad y de vuestra verdadera felicidad. El amor verdadero “buscará siempre más la dicha del otro, se preocupará cada vez más de él, se donará y deseará existir para el otro” (Ib. N. 7) y, por eso, será siempre más fiel, indisoluble y fecundo.

Para ello, contáis con la ayuda de Jesucristo que, con su gracia, hará esto posible (cf. MT 19,26). La vida de fe y de oración os conducirá por los caminos de la intimidad con Dios, y de la comprensión de la grandeza de los planes que Él tiene para cada uno. “Por amor del reino de los cielos” (ib., 12), algunos son llamados a una entrega total y definitiva, para consagrarse a Dios en la vida religiosa, “eximio don de la gracia”, como fue definido por el Concilio Vaticano II (Decr. Perfectae caritatis, n.12).

Pero el Evangelio nos refiere que ese joven se entristeció con la invitación. Se alejó abatido y triste. Este episodio nos hace reflexionar una vez más sobre la riqueza de la juventud. No se trata, en primer lugar, de bienes materiales, sino de la propia vida, con los valores inherentes a la juventud. Proviene de una doble herencia: la vida, transmitida de generación en generación, en cuyo origen primero está Dios, lleno de sabiduría y de amor; y la educación que nos inserta en la cultura, a tal punto que, en cierto sentido, podemos decir que somos más hijos de la cultura y por eso de la fe, que de la naturaleza. De la vida brota la libertad que, sobretodo en esta fase se manifiesta como responsabilidad. Es el gran momento de la decisión, en una doble opción: una en cuanto al estado de vida y otra en cuanto a la profesión. Responde a la cuestión: ¿qué hacer con la vida?

En otras palabras, la juventud se muestra como una riqueza porque lleva al descubrimiento de la vida como un don y como una tarea.

Mi pedido hoy, a vosotros jóvenes, que vinisteis a este encuentro, es que no desaprovechéis vuestra juventud. No intentéis huir de ella. Vividla intensamente, consagradla a los elevados ideales de la fe y de la solidaridad humana.

Vosotros, jóvenes, no sois apenas el porvenir de la Iglesia y de la humanidad, como una especie de fuga del presente, por el contrario: sois el presente joven de la Iglesia y de la humanidad. Sois su rostro joven. La Iglesia necesita de vosotros, como jóvenes, para manifestar al mundo el rostro de Jesucristo, que se dibuja en la comunidad cristiana. Sin el rostro joven la Iglesia se presentaría desfigurada.

Queridos jóvenes, Cristo os llama a ser santos. Él mismo os convoca y quiere andar con vosotros, para animar con Su espíritu los pasos del Brasil en este inicio del tercer milenio de la era cristiana. Pido a la Señora Aparecida que os conduzca, con su auxilio materno y os acompañe a lo largo de la vida.

¡Alabado sea Nuestro Señor Jesucristo!


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