jueves, 18 de octubre de 2007

Palabras del Santo Padre Benedicto XVI a los jóvenes

F.V.D.
«Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo y seréis mis testigos»

Queridos jóvenes:
Dentro de un año nos encontraremos con ocasión de la Jornada mundial de la juventud, en Sydney. Deseo animaros a prepararos bien para esa maravillosa celebración de la fe, que viviréis en compañía de vuestros obispos, sacerdotes, religiosos, responsables de la pastoral de la juventud, y unos con otros. Entrad plenamente en la vida de vuestras parroquias y participad con entusiasmo en los acontecimientos diocesanos. De este modo, os prepararéis espiritualmente para experimentar, cuando nos reunamos en Sydney en julio del año próximo, más a fondo todo aquello en lo que creemos.

«Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos hasta los confines de la tierra» (Hch 1, 8). Como sabéis, estas palabras de Jesús constituyen el tema de la Jornada mundial de la juventud de 2008. Sólo podemos imaginar cómo se sintieron los Apóstoles al oír estas palabras, pero sin duda alguna su confusión fue atenuada por una sensación de temor reverencial y de expectación impaciente por la venida del Espíritu. Unidos en oración a María y a los demás reunidos en el Cenáculo (cf. Hch 1, 14), experimentaron la auténtica fuerza del Espíritu, cuya presencia transforma la incertidumbre, el miedo y la división en decisión, esperanza y comunión.

También nosotros tenemos una sensación de temor reverencial y de expectación impaciente mientras nos preparamos para el encuentro de Sydney. Para muchos de nosotros será un largo viaje. Sin embargo, Australia y su pueblo evocan imágenes de una cordial bienvenida y de una maravillosa belleza, de una antigua historia aborigen y de multitud de ciudades y comunidades vivas. Sé que las autoridades eclesiales y gubernamentales, junto con numerosos jóvenes australianos, ya están colaborando para garantizarnos a todos una experiencia excepcional. A todos ellos les expreso mi más viva gratitud.


La Jornada mundial de la juventud es mucho más que un acontecimiento. Es un tiempo de profunda renovación espiritual, de cuyos frutos se beneficia toda la sociedad. Los jóvenes peregrinos sienten el deseo de rezar, de alimentarse con la Palabra y el Sacramento, de ser transformados por el Espíritu Santo, que ilumina la maravilla del alma humana y muestra el camino para ser «expresión e instrumento del amor que proviene de él» (Deus caritas est, 33).

Este amor —el amor de Cristo— es lo que el mundo anhela. Por eso, estáis llamados por tantas personas a "ser sus testigos". Algunos de vuestros amigos tienen pocas motivaciones reales en su vida, quizá absortos en una búsqueda vana de innumerables experiencias nuevas. Llevadlos también a ellos a la Jornada mundial de la juventud. De hecho, he notado que, contra la corriente de secularismo, muchos jóvenes están redescubriendo el deseo que satisface de una belleza, de una bondad y una verdad auténticas. Con vuestro testimonio, les ayudáis en su búsqueda del Espíritu de Dios. Sed intrépidos en este testimonio. Esforzaos por difundir la luz de Cristo, que guía y da motivación para toda vida, haciendo posible para todos una alegría y una felicidad duraderas.

Queridos jóvenes, hasta nuestro encuentro en Sydney, que el Señor os proteja a todos. Encomendemos estos preparativos a nuestra Señora de la Cruz del Sur, Auxilio de los cristianos. Con ella, oremos: «Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor».

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