lunes, 31 de marzo de 2008

Juan Pablo II a los jóvenes (fragmento)

"Vosotros sois la luz del mundo. Brille así vuestra luz delante de los hombres"(Mt 5, 14-16)

Queridos jóvenes:

Preguntaos: ¿creo en estas palabras de Jesús que recoge el evangelio? Jesús os llama la luz del mundo. Os pide que vuestra luz brille delante de los demás. Sé que en vuestro corazón queréis decirle: «Aquí estoy, Señor. Aquí estoy. Vengo a hacer tu voluntad» (Salmo responsorial; cf. Hb 10, 7). Pero sólo podréis compartir su luz y ser la luz del mundo si sois uno con Jesús.
¿Estáis preparados para ello?


Desgraciadamente, hoy mucha gente vive alejada de la luz, en un mundo de apariencias, un mundo de sombras fugaces y promesas incumplidas. Si contempláis a Jesús, si vivís la Verdad que es Jesús, tendréis en vosotros la luz que revela las verdades y los valores sobre los que podréis construir vuestra felicidad, construyendo al mismo tiempo un mundo de justicia, paz y solidaridad. Recordad lo que dijo Jesús: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8, 12).


Dado que Jesús es la luz, también nosotros nos convertimos en luz cuando lo anunciamos. Éste es el centro de la misión cristiana, a la que cada uno de vosotros ha sido llamado por el bautismo y la confirmación. Estáis llamados a hacer que brille la luz de Cristo en el mundo.

Cuando erais niños, ¿no teníais a veces miedo de la oscuridad? Hoy ya no sois niños que tienen miedo de la oscuridad. Sois adolescentes y jóvenes adultos. Pero sois conscientes de que hay otro tipo de oscuridad en el mundo: la oscuridad de la duda y la incertidumbre. Podéis sentir la oscuridad de la soledad y el aislamiento. Vuestras angustias pueden derivar de cuestiones relacionadas con vuestro futuro o con remordimientos por vuestras opciones pasadas.

A veces el mundo mismo nos parece envuelto en la oscuridad: la oscuridad de los niños que tienen hambre y que incluso mueren; la oscuridad de las personas sin hogar, que carecen de trabajo y adecuada asistencia sanitaria; la oscuridad de la violencia: violencia contra los hijos por nacer, violencia en las familias, violencia de los grupos criminales, violencia de los abusos sexuales, y violencia de las drogas que destruyen el cuerpo, la mente y el corazón. Hay algo terriblemente equivocado cuando tantos jóvenes se ven arrastrados hacia la desesperación hasta el punto de quitarse la vida. En algunos Estados de esta nación ya se han aprobado leyes que permiten a los médicos poner fin a la vida de personas a las que, por el contrario, juraron ayudar. Se está rechazando el don de la vida, que Dios ha hecho. Se prefiere la muerte a la vida, y esto trae consigo la oscuridad de la desesperación.

Sin embargo, vosotros creéis en la luz (cf. Jn 12, 36). No escuchéis a los que os invitan a mentir, a incumplir vuestras responsabilidades, a pensar ante todo en vosotros mismos. No escuchéis a los que os dicen que la castidad es cosa del pasado. En vuestro corazón sabéis que el verdadero amor es un don de Dios y respeta su plan para la unión del hombre y la mujer en el matrimonio. No os dejéis arrastrar por falsos valores y eslóganes engañosos, especialmente sobre vuestra libertad. La verdadera libertad es un don maravilloso de Dios, y ha sido una parte valiosa de la historia de vuestro país. Pero cuando la libertad se separa de la verdad, las personas pierden su orientación moral y el entramado mismo de la sociedad empieza a rasgarse.

La libertad no es la capacidad de hacer todo lo que queremos y cuando queremos. Por el contrario, la libertad es la capacidad de vivir responsablemente la verdad de nuestra relación con Dios y con los demás. Acordaos de lo que dijo Jesús: «Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Jn 8, 32). No permitáis que nadie os engañe o impida ver lo que realmente importa. Dirigíos a Jesús, escuchadlo y descubrid el significado y la orientación verdaderos de vuestra vida.

Sois hijos de la luz (cf. Jn 12, 36). Pertenecéis a Cristo, que os ha llamado por vuestro nombre. Vuestra primera responsabilidad es llegar a conocerlo lo más posible en vuestras parroquias, mediante la educación religiosa en vuestros institutos y colegios, en vuestros grupos juveniles y en los centros Newman.

Sin embargo, sólo llegaréis a conocerlo de manera personal y verdadera con la oración. Tenéis que hablar con él y escucharlo.

Hoy estamos viviendo en una época de comunicaciones inmediatas. Pero, ¿os dais cuenta de que la oración es una forma única de comunicación? La oración nos permite encontrar a Dios en lo más profundo de nuestro ser. Nos conecta directamente con el Dios vivo: Padre, Hijo y Espíritu Santo, en un constante intercambio de amor.

A través de la oración aprenderéis a convertiros en la luz del mundo, porque con la oración llegaréis a ser uno con la fuente de nuestra verdadera luz, Jesús mismo.

Cada uno de vosotros tiene una misión particular en la vida, y está llamado a ser discípulo de Cristo. Muchos de vosotros servirán a Dios en la vocación a la vida matrimonial cristiana; otros lo servirán como personas consagradas; otros como sacerdotes y religiosos. Pero todos debéis ser la luz del mundo. A los que pensáis que Cristo os está invitando a seguirlo en el sacerdocio o la vida consagrada, os dirijo una exhortación personal: os pido que le abráis generosamente vuestro corazón y no retraséis vuestra respuesta. El Señor os ayudará a conocer su voluntad; os ayudará a seguir con valentía vuestra vocación.

Jóvenes amigos, en los días, las semanas y los años futuros, cuando os acordéis de esta tarde, recordad que el Papa vino a los Estados Unidos, a la ciudad de San Luis, a llamar a los jóvenes de América para Cristo, a invitarlos a seguirlo. Vino a exhortaros a ser la luz del mundo. «La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la acogieron» (Jn 1, 5). Jesús, que venció el pecado y la muerte, os recuerda: «Yo estoy con vosotros todos los días» (Mt 28, 20). Os dice: «¡Ánimo! Soy yo, no temáis» (Mc 6, 50).

En el horizonte de esta ciudad se encuentra el Arco de acceso, que a menudo capta la luz del sol, con sus diferentes colores y matices. Así, también vosotros, de mil maneras diversas, debéis reflejar la luz de Cristo con vuestra vida de oración y con vuestro servicio gozoso a los demás. Con la ayuda de María, la Madre de Jesús, los jóvenes de América lo harán magníficamente.

Recordad: Cristo os llama; la Iglesia os necesita; el Papa cree en vosotros y espera grandes cosas de vosotros.¡Alabado sea Jesucristo!

Juan Pablo II . Martes 26 de enero de 1999, Estados unidos.

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