viernes, 2 de noviembre de 2007

Flandria

F.V.D.

Julio Steverlynck, fundador de la Algodonera Flandria, era belga; emigró a nuestro país, donde tuvo realizó una importante labor empresaria.

"A comienzos de los años veinte, la firma Stablissements Steverlynck exportaba telas hacia la Argentina desde sus fábricas de Bélgica. Cuando en 1923 el gobierno argentino, dando el primer impulso de lo que hoy conocemos como industrialización sustitutiva, arancela los tejidos importados y favorece la introducción de maquinarias, la empresa belga abre una filial en el país".

"Como era corriente por aquellos días, los Steverlynck eligieron a uno de sus hijos, Julio, para que se hiciera cargo de la nueva empresa: Algodonera Flandria".

"Moldeado en el capitalismo belga, que por esos días estaba más cerca de un feudalismo campesino que del industrialismo humeante de las chimeneas de Manchester, don Julio más que una fábrica quiso construir ‘una comunidad relativamente aislada de las áreas urbanas en donde predominaran las relaciones de cooperación entre patronos y obreros y donde se evitaran las consecuencias negativas que habían acompañado el desarrollo de la industria en los países con capitalismo más avanzado’, contó a La Nación Mariela Ceva, docente e historiadora de la Universidad de Luján. También, seguramente, alejada del fantasma rojo que había vivido en Europa".

"Quiso desarrollar una empresa paternalista inspirada en los principios del catolicismo social, buscando poner en práctica las bases que el Papa León XIII plasmó en la encíclica Rerum Novarum. También en la Quadragésimo Anno".


"Con todo ello llegó Steverlynck a Jáuregui en 1928. Venía de un país que había tenido fuertes crisis de identidad (Bélgica fue parte de Francia hasta 1815 y, entre dicha fecha y 1830, formó parte de los Países Bajos), por lo tanto sabía que lograr un sentido de pertenencia entre los trabajadores de Flandria era algo primordial. ¿Cómo hacerlo?"

"Una forma fue la segregación residencial. Así, se lanzó a levantar el pueblo-fábrica en Jáuregui, donde sólo había un viejo molino y la estación de tren. Otra fue aplicar el molde que él tenía bien arraigado: el paternalismo.

"Por cierto, en la Argentina de finales de los veinte, encontrar un obrero textil calificado era tarea de cíclopes. Así, Steverlynck le abrió las puertas de la fábrica a gran cantidad de inmigrantes españoles e italianos. Toda gente que había dejado sus raíces. Gente que venía a ‘hacer la América’. Mejor, ¿por qué no?: a hacer la Flandria... Pero, como la gente trabajando se hace, de los telares no sólo salieron telas, como se verá, también salieron ‘hombres de Flandria’ ".

"La política social fue otra de las formas elegidas por Steverlynck para que ese villorrio se conviertiera en el pueblo que llegó a ser en los sesenta, donde 2000 de los 10000 habitantes trabajaban en Flandria. Ceva, que lo sabe bien ya que no sólo vive en Jáuregui, sino que además su padre entró en la fábrica en sus comienzos, cuenta que dicha política consistía en el pago de salarios altos y el reconocimiento de una serie de derechos sociales –como las ocho horas diarias, el salario familiar o la licencia por casamiento y maternidad. Todo antes de que se legislara sobre ellos. Pero, sin duda, el mayor beneficio que se ofrecía a los trabajadores era la posibilidad de acceder a una vivienda propia".

"Pero la identidad no sólo nace del paternalismo, el trabajo y las mejoras sociales. Hacían falta símbolos, instituciones. Entre 1930 y 1945, Steverlynck fundó dos parroquias, una cooperativa obrera, un colegio, una biblioteca, un teatro, un club de ciclismo y un club náutico. En 1941, los trabajadores crearon el club de fútbol Villa Flandria".

" La Algodonera Flandria, "Tras la quiebra, cerró sus puertas definitivamente en 1996".

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