Efectivamente, en su tierra natal, Jesús había conseguido ya llegar con la Buena Nueva a mucha gente, a muchos hijos a hijas de Israel, a los ancianos y a los jóvenes, a las mujeres y a los niños. Y enseñaba actuando: haciendo el bien. Revelaba a Dios como Padre. Lo manifestaba con las obras y la palabra. Haciendo el bien a todos, de modo particular a los pobres y a los que sufren...
Mediante la cruz y la resurrección, mediante el misterio pascual, Cristo dirige a cada uno de nosotros la llamada: “Sígueme”.
El Evangelio ha de convertirse en respuesta a los interrogantes más fundamentales del hombre.
Todas las expectaciones del hombre, cargado con la herencia del pecado, han sido completamente superadas en la Resurrección de Cristo Jesús.
En Jesucristo Dios entró definitivamente en la historia del hombre. Vosotros jóvenes, debéis encontrarlo con urgencia. Debes encontrarlo constantemente.
Y quiere encontraros antes a vosotros, jóvenes. Y a cada uno quiere decir: “Sígueme”.
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