lunes, 19 de noviembre de 2007

"Proclamad el Evangelio"

"Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio" (Mc 16,15)

Muy queridos jóvenes:

Anunciar a Cristo significa, sobre todo, ser sus testigos con la vida. Se trata de la forma de evangelización más simple y, al mismo tiempo, más eficaz para vosotros. Consiste en manifestar la presencia visible de Cristo en la propia existencia a través del compromiso cotidiano y la coherencia con el Evangelio en cada elección concreta. Hoy el mundo necesita testigos creíbles. Vosotros, queridos jóvenes, que tanto amáis la autenticidad en las personas y que casi instintivamente condenáis todo tipo de hipocresía, estáis dispuestos a ofrecer a Cristo un testimonio limpio y sincero. Testimoniad, por tanto, vuestra fe, también a través de vuestro compromiso en el mundo. El discípulo de Cristo nunca es un observador pasivo e indiferente frente a los acontecimientos. Al contrario, se siente responsable de la transformación de la realidad social, política, económica y cultural.

Además, anunciar significa también proclamar, llevar la Palabra de salvación a todos. Muchas personas rechazan a Dios por ignorancia. De hecho, todavía se conoce poco la fe cristiana, pero al mismo tiempo hay un profundo deseo de escuchar la palabra de Dios. Y la fe nace de la escucha. San Pablo escribe: "¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique?" (Rm 10, 14). Anunciar la palabra de Dios, queridos jóvenes, no incumbe sólo a los sacerdotes o a los religiosos, sino también a vosotros. Debéis tener la valentía de hablar de Cristo en vuestras familias, en vuestro ambiente de estudio, de trabajo o de diversión, animados por el mismo fervor de los Apóstoles, cuando afirmaban: "Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído" (Hch 4, 20). ¡Tampoco vosotros podéis callar! Existen lugares y situaciones a los que sólo vosotros podéis llevar la semilla de la palabra de Dios.

No tengáis miedo de hablar de Cristo a quien todavía no lo conoce. Cristo es la verdadera respuesta, la más completa, a todas las preguntas que se refieren al hombre y a su destino. Sin él, el hombre es un enigma sin solución. Tened, por lo tanto, ¡la valentía de proponer a Cristo! Ciertamente, hay que hacerlo con el debido respeto a la libertad y conciencia de cada uno, pero hay que hacerlo (cf. Redemptoris missio, 39). Ayudar a un hermano o a una hermana a descubrir a Cristo, camino, verdad y vida (cf. Jn 14, 6) es un verdadero acto de amor hacia el prójimo.

Hablar de Dios hoy no es fácil. Muchas veces se encuentra un muro de indiferencia, y también una cierta hostilidad. Cuántas veces tendréis la tentación de repetir con el profeta Jeremías: "¡Ah, Señor! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho" Pero Dios responde siempre: "No digas 'soy un muchacho', pues adondequiera que yo te envíe irás" (cf. Jr 1, 6-7). Por tanto, no os desalentéis, porque no estáis solos. El Señor nunca dejará de acompañaros, como prometió: "Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20).


Mensaje de S.S. Juan Pablo II a los jovenes

en la VIIª J.M.J. (1992)

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