Muy queridos jóvenes:
Además, anunciar significa también proclamar, llevar la Palabra de salvación a todos. Muchas personas rechazan a Dios por ignorancia. De hecho, todavía se conoce poco la fe cristiana, pero al mismo tiempo hay un profundo deseo de escuchar la palabra de Dios. Y la fe nace de la escucha. San Pablo escribe: "¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique?" (Rm 10, 14). Anunciar la palabra de Dios, queridos jóvenes, no incumbe sólo a los sacerdotes o a los religiosos, sino también a vosotros. Debéis tener la valentía de hablar de Cristo en vuestras familias, en vuestro ambiente de estudio, de trabajo o de diversión, animados por el mismo fervor de los Apóstoles, cuando afirmaban: "Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído" (Hch 4, 20). ¡Tampoco vosotros podéis callar! Existen lugares y situaciones a los que sólo vosotros podéis llevar la semilla de la palabra de Dios.
No tengáis miedo de hablar de Cristo a quien todavía no lo conoce. Cristo es la verdadera respuesta, la más completa, a todas las preguntas que se refieren al hombre y a su destino. Sin él, el hombre es un enigma sin solución. Tened, por lo tanto, ¡la valentía de proponer a Cristo! Ciertamente, hay que hacerlo con el debido respeto a la libertad y conciencia de cada uno, pero hay que hacerlo (cf. Redemptoris missio, 39). Ayudar a un hermano o a una hermana a descubrir a Cristo, camino, verdad y vida (cf. Jn 14, 6) es un verdadero acto de amor hacia el prójimo.
Hablar de Dios hoy no es fácil. Muchas veces se encuentra un muro de indiferencia, y también una cierta hostilidad. Cuántas veces tendréis la tentación de repetir con el profeta Jeremías: "¡Ah, Señor! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho" Pero Dios responde siempre: "No digas 'soy un muchacho', pues adondequiera que yo te envíe irás" (cf. Jr 1, 6-7). Por tanto, no os desalentéis, porque no estáis solos. El Señor nunca dejará de acompañaros, como prometió: "Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20).
Mensaje de S.S. Juan Pablo II a los jovenes
en la VIIª J.M.J. (1992)
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